jueves, noviembre 21, 2024
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Los problemas del primer mundo

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Olivia estaba horrorizada, se había hecho varios selfies y había subido por equivocación a su cuenta de Instagram la foto en la que estaba menos favorecida. Lo peor era que no se había dado cuenta del error de inmediato, sino un buen rato después cuando ya la habrían visto cientos de seguidores.

Rápidamente, eliminó el origen de su disgusto de su cuenta y lo sustituyó por una imagen mucho más aparente. No se paró a mirar si tenía “me gusta” o comentarios, prefería ser ajena a ello porque no sabía si podría soportar los comentarios negativos.

Poco después, necesitó compartir sus penas con su amiga Elena y la llamó al móvil:

–¡Qué horror más horroroso! ¿Pero cómo has tardado tanto en darte cuenta? –le recriminó Elena.

–Ay, tía, no lo sé. –respondió Olivia.

–¿Y cómo se te ocurre borrarlo sin mirar los “me gusta” y los comentarios? Así no sabes la repercusión que ha tenido.

–¡Que no lo sé! Me he puesto muy nerviosa. Así no me ayudas, ¿eh?

–Bueno, tranquila, por lo menos en la nueva foto estás divina.

–Ay, sí, y mis labios se ven preciosos con el nuevo gloss que me he comprado. No han pasado ni diez minutos y ya llevo cuarenta “me gusta” y diez comentarios de que estoy estupenda.

–Claro que sí, venga, pues olvídate de ello y, para la próxima, ten más cuidado.

–Sí, desde luego. Pero tengo otro problema.

–Cuéntame.

–No sé qué ponerme para la fiesta del sábado y estoy muy agobiada.

–Uf, pues yo tampoco. Si quieres, podemos salir a comprar el viernes ropa nueva para la fiesta, ¿te parece?

–Qué idea más estupenda. Pero quizás mejor el jueves, no sea que el viernes no encontremos nada para el día siguiente y entonces creo que me desmayaría.

–Tienes razón, qué estrés no saber qué ponernos a estas alturas, como todas las demás vayan estupendas y nosotras no, imagínate el ridículo.

–Totalmente.

Mientras tanto, Yanire estaba revisando su cuenta de Instagram al otro lado del mundo. Le había dado un “me gusta” a la foto de una preciosa chica española que se llamaba Olivia y a la que seguía desde hacía poco tiempo. Qué suerte nacer en el primer mundo, pensaba con envidia, ella se podía dar con un canto en los dientes al poder conectarse a Internet desde el ordenador de la sala común del orfanato.

No sabía cuándo volvería a acceder a su cuenta a partir del sábado, cumplía los dieciséis años y los servicios sociales dejarían de hacerse cargo de ella. Se iría a vivir con su hermana mayor, a la que no le había quedado más remedio que dedicarse a la prostitución para salir adelante. ¿Acabaría ella de la misma manera? Intentó no pensar en ello y siguió mirando bonitas fotos en Instagram de chicas de su edad que se veían tremendamente felices mientras se levantaba el cuello de su desgastada chaqueta porque el frío empezaba a hacer mella.

SagrarioG
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SagrarioG

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