Están dadas las condiciones para que en Venezuela se constituya, en un imprescindible corto plazo, lo que llamo un ‘frente democrático contra las fuerzas del mal’. La necesidad de actuar con celeridad no necesita justificación: los extremos e incesantes padecimientos que están sufriendo las familias venezolanas, en todos los ámbitos de la existencia, por una parte; y el feroz programa de represión, tortura y violación de los derechos humanos y las libertades políticas, por la otra, no dan tregua: son acuciantes y exigen respuestas inmediatas. La premisa mayor, me parece, tiene un carácter indiscutible: no es posible esperar. Hay que actuar ya y el tiempo para hacerlo es ahora. Sin más dilación.
Un frente amplio democrático supone la unidad del país en torno a un programa de acción. Eso permite que todos los ciudadanos que aspiran a un cambio y todos los sectores organizados de la sociedad, confluyan en una ruta con un objetivo claramente definido: lograr el fin del régimen de Maduro este mismo 2020. Veamos.
Para empezar, la fórmula del frente democrático permite que los diferentes y las diferencias, sin sacrificio de su respectiva identidad, se encuentren en una plataforma de acción. Significa que comunidades, grupos de trabajadores, sindicatos, empresarios y gremios empresariales, universidades, iglesias, organizaciones no gubernamentales y partidos políticos regionales y nacionales, se sumen a una gran red de acción política, alrededor del principal objetivo, en el que todos coinciden: Maduro y su banda deben ser expulsados del poder sin demoras.
Si ese posible frente democrático que sugiero, estuviese acompañado de un gran proyecto de comunicaciones, diseñado y ejecutado por los mejores profesionales del área, produciría un doble beneficio adicional: el primero, lograr que sectores de la población, que quieren un cambio, pero cuya participación es baja, se incorporen de forma decisiva. Una entidad, que encarne el tan persistente deseo de unidad que tienen los demócratas venezolanos, representa un atractivo político y social muy poderoso: podría ser el detonante que haga crecer la calidad y la participación en las movilizaciones. El segundo beneficio es emocional: revitalizaría el entusiasmo y la voluntad de acción de millones de personas, que saben que no es aceptable que la vida en nuestro país haya alcanzado tales niveles de precariedad.
Otro beneficio, que tiene un alto potencial, es el relativo a la coordinación entre las distintas acciones y formas de lucha. En todo el territorio nacional, a diario se producen protestas y movilizaciones. La reacción contra el régimen es constante y de ella no escapa ninguna región. El seguimiento que hacen oenegés especializadas no deja lugar a dudas. El rechazo al régimen no cede y se incrementa. Pero estas expresiones están desconectadas unas de otras. Necesitan enlazarse, responder a patrones, apoyarse entre sí y, en un sentido político más general, disponerse para que la presión y el deseo de cambio que todas comparten, se dirijan al mismo objetivo de sacar a Maduro del poder.
Bajo la acción coordinada de un frente democrático, las protestas podrían hacerse coincidir o ser ordenadas en un cronograma que las vaya intensificando, para que su impacto sea todavía mayor. La lucha de comunidades y trabajadores no debe limitarse a lo reivindicativo, también debe aspirar a lograr la mayor proyección política posible.
La tesis de fondo del frente democrático es obvia: la oposición democrática necesita cohesionar y concentrar sus fuerzas. Nadie discute ya, que quienes nos oponemos al régimen sumamos una mayoría aplastante que supera al 90% de la población. Pero ese poderío, y esa es la gran paradoja de la política venezolana, todavía permanece en estado de latencia, porque necesita concretarse en forma más categórica y en condiciones de inequívoca unidad.
Una pregunta que muchos se hacen, dentro y fuera de Venezuela, se refiere a la cuestión de las fuerzas armadas, a las que tantas veces me he referido en estos artículos. No es una presunción: lo dicen los periodistas expertos en el área, lo narran oficiales activos, se enuncia, de forma inequívoca, en los testimonios de familiares de militares que también han tenido que huir del país. Esto lo digo sin titubeos: también la inmensa mayoría de los integrantes de la FANB entienden que es urgente salir del horror en que Maduro y su grupo han convertido a Venezuela. Un frente democrático tendría una posibilidad real de atraer y ganar a la acción por el cambio, a los militares venezolanos.
Decía al comienzo de este artículo, que están las dadas las condiciones. Contamos con una entidad legítima, la Asamblea Nacional, y con el reconocimiento que Juan Guaidó Márquez tiene dentro y fuera de Venezuela. Los resultados de su reciente gira por Colombia, Canadá, Estados Unidos y Europa, han preparado el terreno para impulsar un plan que, articulando las fuerzas internas y las externas, logren el objetivo que todos los demócratas del mundo compartimos: poner fin, de una vez por todas, a la dictadura de Maduro.
Miguel Henrique Otero