Discúlpenme la hipérbole, pero en algunos aspectos Évole me trae a mi frágil memoria algunas frases de Orson Welles. Decía el mítico director de Ciudadano Kane, considerada por el crítico Ebert como la mejor película de la historia –otra hipérbole-, y que le valió un Óscar, que “La ignorancia puede ser un gran don, mi gran aportación a Ciudadano Kane fue la ignorancia”. También afirmaba Welles, que se veía a sí mismo como un aventurero, y no un profesional; o que no creía que su carrera artística fuera tan valiosa como para anteponerse a sus convicciones.
Salvando las distancias, estas afirmaciones encajan en la trayectoria de Évole, que siempre ha querido trasladar a nuestras pantallas, la convicción de un periodista incisivo con el entrevistado, una inquebrantable conciencia social contra el capitalismo salvaje, y una arrogante ignorancia para preguntar lo que nadie se atreve. Las entrevistas al papa Francisco son buena muestra de lo dicho.
Lo de Évole, entrevistando a personajes de distinta índole sobre su paso por las cárceles españolas, responde a estas misma partitura. Por el programa han pasado el independentista Oriol Junqueras, el otrora poderoso Francisco Granados, o el pasado domingo, Sandro Rosell, ex presidente del Barça, que después de dos años de prisión provisional en Soto del Real, tras una detención sonada, salió posteriormente absuelto.
Rosell relató las conspiraciones y persecuciones que sufrió, que le llevaron sin interrupción desde la detención hasta el banquillo absolutorio, por lo que él califica de error judicial de la jueza Lamela. El caso Rosell es uno de los grandes exponentes de la hipérbole judicial, de los excesos en las actuaciones judiciales, y de los juicios mediáticos paralelos que alimentan sospechas infundadas de irregularidades que finalmente se diluyen, con irremediables perjuicio para los afectados. Algunas instrucciones judiciales mediáticas de hoy emulan a las hogueras medievales, o al cadalso de la guillotina revolucionaria, contra ciertos personajes públicos.
Igual de ejemplar que la primera sentencia absolutoria de Rosell, fue la desestimación del recurso interpuesto contra ella por la fiscalía, y del que fue ponente el juez Velasco, instructor de algunas de las operaciones más sonadas de los últimos años como Lezo o Púnica, la causa contra Otegi por enaltecimiento del terrorismo, o quien envió a prisión al fallecido Díaz Ferrán. En su sentencia, el juez Velasco acusa al fiscal de criminalizar actividades lícitas, neutras, no delictivas, de manera que cree que para demostrar la misma basta con alegar irregularidades, sospechas no delictivas, cuando lo probado por la sentencia son «prácticas empresariales legítimas y ajustadas a Derecho». Precisamente es la utilización mediática de estas sospechas no delictivas, para desacreditar a las personas, otro claro ejemplo de hipérbole judicial.
Lo de Évole anuncia la próxima entrevista con Marcel Dorado, narcotraficante condenado, y acompañante de yate de Núñez Feijoo en la famosa foto que, según dicen, lastró el asalto del líder gallego del PP a Génova 13. Pero esa es otra historia. O no.
Dominique F.