Cuando algo se tuerce, se suele decir que tiene vicio. Vicio tiene una garrota, por ejemplo, en su parte superior, en esa curvatura utilizada para el apoyo de la mano. Por ello y según recoge la RAE, vicio se refiere a la falta de rectitud, pero también al defecto moral en las acciones, falsedad o hábito de obrar mal. En definitiva, significados de índole negativa.
Algunas veces las cosas se tuercen, pero, otras, ya venían torcidas de origen, como un defecto de fábrica o una tara insalvable y subyacente a determinadas ideologías. Está claro que en este país la clase política se ha ido desvirtuando hasta límites insospechados, muy lejos quedaron figuras como la de Julio Anguita que, desgraciadamente, nos ha dejado en estos días. Pero si observamos la evolución de la derecha desde la época franquista hasta el momento actual, vemos que ese más que terrible vicio de origen y continuado en el tiempo ha transformado a la garrota en una completa espiral de odio y egoísmo.
Por un lado, están los dirigentes políticos cuyo vicio preferido es el de acaparar el máximo poder y riqueza posibles a base de esa práctica tan inherente a su naturaleza: la corrupción. Y, por otro, están sus votantes adinerados que, conscientes de esa naturaleza tantas veces común a ellos, saben que sus propios intereses parasitarios se verán con ellos salvaguardados. Luego, están los “curritos” votantes de la derecha, cuya explicación solo puede tener su origen en vicios más comunes, en un gran poso de ignorancia o quizás en algún motivo de origen sobrenatural.
Porque, claro, ¿quiénes serán los que han puesto carteles supuestamente oficiales de que los centros de atención primaria de la Comunidad de Madrid que permanecen cerrados se encuentran en esa situación por una orden ministerial, es decir, por orden del gobierno, cuando las competencias en sanidad son responsabilidad de cada comunidad autónoma? ¿Y quienes serán los crédulos que, con los ojos cerrados, acepten culpar de tal hecho a un gobierno central de izquierdas en lugar de a un gobierno autonómico de derechas, responsable, además, de años y años de recortes en sanidad?
La confrontación política en España se mantiene y acrecienta a pesar de vivir una situación tan excepcional como la que nos ocupa la crisis sanitaria del Covid-19. Por el contrario, el presidente de la primera fuerza política de la oposición en Portugal, no solo brinda su apoyo al partido en el poder, sino que hace un llamamiento a la unión del país diciendo que “Lamentablemente, en la vida política no siempre se da esa unión contra un enemigo común, pues no es raro que aparezcan los que no resisten la tentación de intensificar los ataques al Gobierno de turno, aprovechándose partidariamente de las fragilidades políticas que la gestión de una realidad tan compleja acarrea siempre”. Buena lección del país vecino que, obviamente y para nuestra desgracia, a la derecha y extrema derecha de este país no les interesa aprender en absoluto, todo lo contrario, intentan aprovechar esta crisis para hacer su propia campaña política de desgaste, acoso y derribo al gobierno vigente, y sin ningún interés o escasa capacidad para hacer algún aporte o mínima propuesta de mejora.
Y, mientras tanto, ya no nos resulta ni paradójico que en un barrio obrero de Madrid la gente mantenga la distancia social durante las largas horas que pasa haciendo cola para que le den una bolsa de comida, mientras que, en un barrio rico de Madrid, los pijos obvien toda medida de distanciamiento para exigir el retorno a sus excesos. Más de dos meses de confinamiento en una vivienda de lujo es demasiado para estar sin asistenta y sin poder viajar a sus otras residencias. Así que se envuelven en sus banderas de hiperpatriotas y enarbolan sus palos de golf o cucharas de plata exigiendo libertad, a la vez que piensan, con un mohín nostálgico, en el injustamente clausurado club de golf. La denominada en redes sociales “Revolución de los Cayetanos”, que tanto criticó al gobierno por no haber iniciado antes el confinamiento del que ahora exigen salir, o que tanto seguirá criticando las manifestaciones del 8M, se hacina exigiendo una libertad de la que seguramente desconozca su auténtico significado.
Derechas no, más bien torcidas, viciadas en origen y sin opción a ser enderezadas, un lastre de este país que llevamos demasiado tiempo arrastrando. Y lo que nos queda.
SagrarioG
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