El 4 de marzo de 2018 se han cumplido cien años de la considerada pandemia más grave de gripe que ha conocido la humanidad. Aquel suceso fue determinante para el desarrollo de las vacunas de la gripe, tras el descubrimiento del virus, y la implementación de una de las más extensas redes de vigilancia mundial de una enfermedad infecciosa.
La pandemia puso en evidencia el ineficaz sistema sanitario de todos los países durante este período; con escasos recursos médicos para hacer frente a la epidemia. La falta de antibióticos fue un problema, que por fortuna no tenemos en el 2020.
De forma similar a lo que ocurre en la actualidad, la principal sintomatología de la mal llamada gripe “española” fueron los problemas respiratorios; a los que se sumaban las fiebres altas que podían superar los 39º, el cansancio corporal extremo, la diarrea, y los vómitos. Las primeras horas eran cruciales: aquí es donde podían aparecer hemorragias o edemas pulmonares; lo que podía llevar a un agravamiento de los síntomas iniciales. En caso de no superar este problema, y si los síntomas no remitían, el empeoramiento se traducía en deceso.
La mayoría de casos presentaban síntomas típicos del cuadro gripal, junto con la aparición de fiebre. Entre los enfermos se produjeron un 6% de neumonías, 1% de hospitalizaciones y una mortalidad media del 2,5 %; con oscilaciones geográficas mundiales entre el 1,75% y el 6 %. La causa más frecuente de entre las víctimas fue la neumonía secundaria bacteriana, 14 %. A las pocas horas del ingreso, los pacientes presentaban las manchas de Mahogany, de color marrón oscuro, y en ambas mejillas. La cara podía adoptar un tono grisáceo y las pupilas podían dilatarse.
Los estudios más recientes sobre la pandemia de 1918 nos han desvelado que el virus surgió por un brote de influenza virus A. Existen tres tipos de virus influenza que afectan a los humanos: A, B y C. Los de tipo C causan problemas respiratorios leves y el A y el B causan epidemias estacionales todos los inviernos. Pero de estos dos últimos, el más virulento es el A, que fue el que se desarrolló en la epidemia durante la Gran Guerra. Este tipo de virus puede mutar y combinarse con otros virus de influenza, elevando así su potencia. El análisis extraído de parafina de tejido de pacientes fallecidos en el 18 y de una biopsia de pulmón de una víctima, congelada desde su deceso en Alaska, han permitido estudiar las propiedades asociadas a la extraordinaria virulencia del virus, comprobándose que el virus de 1918 tenía la capacidad de replicarse en ausencia de tripsina y causar la muerte de ratones y embriones de pollo. Mostrando también, la capacidad de crecimiento en células epiteliales bronquiales humanas.
El análisis filogénico ha propuesto que el virus derivó de un ave, pasando de aquí a los humanos, donde la evolución del propio virus acabó por crear diferencias notables entre las cepas humanas y las aviares. Tras el desarrollo de la genética inversa, se pudo reconstruir el virus, permitiendo estudiar su potencial patogénico, la especificidad del receptor y las mutaciones necesarias para su modificación, los requisitos necesarios para la transmisión de persona a persona y la respuesta del huésped a la infección en el modelo animal. El virus pandémico de la gripe A(H1N1) de 1918 ha demostrado ser altamente patógeno, sin adaptación previa. La gravedad de la enfermedad, la adaptación al huésped y la capacidad de transmisión, se pudo demostrar que se hallan ligadas a las proteínas codificadas por los genes de la HA y del complejo de la polimerasa viral.
Algunos de los políticos actuales han puesto sobre la mesa un debate, que, a mi parecer, es un sin sentido. Este dice que el actual virus del Covid-19 solo afecta a los menos acaudalados. No entrando a valorar esto, lo que sí puedo decir, demostrándolo, es que la gripe “española” afectó a todos por igual. Prueba de ello es que en España el rey Alfonso XII , el presidente del gobierno Manuel García Prieto y varios ministros cayeron enfermos, también el genio con el pincel Edward Munch (estando enfermo se autorretrató), el primer ministro británico Lloyd George, el emperador alemán Guillermo II o el presidente de los Estados Unidos Woodrow Wilson. Cayeron presa del virus, aunque tuvieron suerte, no perecieron. Pero los que si perecieron fueron numerosos personajes notables. En la política falleció el presidente de Brasil Rodrigues Alves, el primer ministro de la Unión Sudafricana Louis Botha o el líder del partido Bolchevique Yákov Sverdlov. En el mundo del arte sucumbieron los pintores Gustav Klimt y Koloman Moser. Dentro de las monarquías europeas murió el príncipe de Suecia y Dinamarca Erik de Västmanland. También fallecieron importantes distinguidos como el arquitecto Otto Wagner y el genial economista y sociólogo Max Weber. Fueron muchos más, en una pandemia que afectó al 30% de la población mundial, las probabilidades de caer enfermo fueron muchas.
Hasta el día de hoy, la gripe “española” se ha considerado como la epidemia más catastrófica de la historia reciente mundial. Esperemos que continúe siendo así, sinceramente.
Bibliografía
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David Aparicio Hernández