viernes, noviembre 22, 2024
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A los radicales se les aísla

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De un tiempo a esta parte en España, estamos teniendo una desgraciada experiencia con el surgimiento de los extremos políticos. Hagamos algo de historia: no hace tanto tiempo en España todo el mundo (a izquierda y a derecha) se definía de liberal. Toda la derecha era liberal y en la izquierda también había mucha gente que defendía que los verdaderos liberales eran ellos. Personalmente sospechaba cuando todo esto tenía lugar. Yo no veía a tanto liberal en España. Recordaba aquella afirmación del gran Joaquín Garrigues Walker cuando decía que “Los liberales cabemos en un taxi”. Y efectivamente, la cosa no había cambiado.

En España aún no habían llegado movimientos políticos extremistas como sí lo habían hecho en otras partes de Europa o del mundo, pero ya se adivinaba en el horizonte que muy posiblemente llegarían.  Esa sería la piedra de toque para ver si en realidad había tanto liberal en España. Y lo que algunos sospechábamos, se hizo realidad. Cuando surgieron los partidos extremos en España (aunque ya nos los habían demostrado antes) mucha gente mostró su verdadero rostro antiliberal. Un liberal no puede apoyar a partidos como Podemos o como VOX. No se puede apoyar a gentes como Trump, Bolsonaro, Orbán, los ultraconservadores polacos, Putin, Wilders o la AfD alemana. Representantes todos ellos del nacional-populismo de derechas que quieren acabar con la democracia liberal y llevarnos como poco a una democracia iliberal cuando no a una dictadura con todas las letras.  Tampoco en el lado de la izquierda se puede uno reivindicar como liberal si está cercano a posturas populistas y bolivarianas.

 

¿Por qué hubo un tiempo en el que todo el mundo en España se autodefinía como liberal? En mi opinión está bastante claro. En pleno siglo XXI definirse como fascista o como comunista, queda un poco feo. Hay libertad para hacerlo, pero los que lo hagan, tendrán que soportar sobre sus espaldas la carga que eso supone. Cuando aún en España no habían llegado movimientos extremos, definirse como liberal quedaba bonito. El término liberal suena bien y además no lleva aparejado lo que sí lleva definirse con las ideologías más totalitarias que la historia haya conocido. Pero ocurría que había mucho liberal de boquilla. Mucha gente que se piensa que uno es liberal por el mero hecho de querer que se bajen los impuestos. Parece que hay quien piensa que se puede ser totalitario en todo, pero si quieres que bajen los impuestos ya eres liberal. Pues no. Y como digo se comprobó que en España los liberales seguimos necesitando el mismo taxi al que se refería Joaquín Garrigues. Yo siempre he pensado que mejor solos que mal acompañados.

Hoy en España se ve claramente ese pensamiento antiliberal y antidemocrático de los extremos en las redes sociales. Si atacas a cualquier extremo te saltan los bots defensores de ese tipo de partidos. Incluso gente (la minoría) que también se atreve a defenderlos a cara descubierta. Gentes que en otros momentos parecían incluso moderadas, se han ido al rincón del radicalismo. Hoy si hablas en España desde una posición moderada, liberal, en la centralidad política, defensora de la Transición política… hay mucha gente en los extremos que te llama “Equidistante”. Yo soy un orgulloso equidistante. Jamás estaré con los extremos y siempre defenderé que la Transición política es el periodo de mayor paz, prosperidad, democracia y libertad que hayamos conocido en España. Y eso hay que defenderlo.  Hoy a gentes como Ortega, Marañón, Sánchez-Albornoz, Madariaga, Chaves Nogales… se les llamaría equidistantes.

¿Quién tiene un mayor problema cuando se adapta a posiciones radicales? ¿La derecha o la izquierda? En mi opinión en España el mayor problema lo tiene la derecha. Si la derecha se piensa que posicionándose al lado de cosas como fotos de Colón, lanzando banderas como armas arrojadizas a otros compatriotas, amenazando claramente al rival político con discursos o con tweets directamente vomitivos… va a ganar las elecciones en España, se equivoca y mucho. La historia no es ningún secreto para quien la quiera analizar con un mínimo de objetividad. La derecha siempre que ha gobernado en etapa democrática en España, lo ha hecho desde la moderación, la centralidad, desde el entender bien la complejidad de las Españas, con una visión europea y con ciertas ideas liberales. Eso lo entendió muy bien el Aznar del 96 y Rajoy. Una derecha que es vista como demasiado conservadora, proteccionista, retrógrada, xenófoba, homófoba, antieuropea…  simplemente no gobierna en España. Puede gustar más o menos, pero es así. Este país padeció durante casi cuarenta años una dictadura de unas determinadas características y España se vacunó desde entonces frente a un tipo de derecha. Si hubiéramos vivido una dictadura de características contrarias, supongo que la gente se habría vacunado contra un tipo de izquierda, pero no fue así.

La historia reciente sigue demostrando lo que digo. Tras la primera foto de Colón (luego han venido y por lo que parece vendrán varias imitaciones) el centro-derecha consiguió los peores resultados electorales de su historia. Posteriormente, cuando (aunque fuera con la boca pequeña) el centro-derecha se intentó desmarcar de aquella fatídica foto, consiguió mejorar sus resultados. Las elecciones en España se ganan desde el centro. Así ha sido siempre. Cuanto más tarde la derecha en comprender eso que además ha supuesto siempre su éxito electoral, más tiempo se pasará en la oposición.

La culpa del éxito y la supervivencia de los extremos en España, es de los partidos tradicionales: PP y PSOE. Y por omisión de Ciudadanos. Ningún partido tiene legitimidad para echarle en cara a su rival político que ha pactado con un extremo, todos lo han hecho. Tenemos legitimidad para criticar ese hecho, los que siempre (desde fuera de la política) hemos criticado el pacto con los extremos. La política española debe volver a la sensatez, a la moderación, a la defensa de los principios y valores que nos han dado la etapa más fructífera de nuestra historia. Esa senda es la que deben recorrer los partidos tradicionales y con vocación de gobierno. Los radicales seguirán en las mismas, tienen que ser los partidos de Estado los que no les den legitimidad ni carta de naturaleza. Con los radicales no se pacta, a los radicales se les aísla.

 

Álvaro Lodares

 

 

 

Álvaro Lodares

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