miércoles, diciembre 18, 2024
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Hay salida

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Que el mundo, tal como estábamos acostumbrados a verlo, está cambiando rápidamente, es un hecho. La magnitud del cambio ya era patente cuando se propagó el Covid-19, actuando el virus como el catalizador de ese cambio de naturaleza anárquica. ¿A quién afecta el cambio?: a la humanidad, dependiendo de donde espacialmente estén asentados sus componentes, normalmente estados. Dependiendo de la solvencia estructural de los estados, así será la calidad de las medidas de protección de la población.

En estos casos, si a la catástrofe sanitaria se le añaden fallos de estructura estatal, entonces, existe un problema degenerativo. España es uno de los ejemplos de fracaso de proyecto de país más relevantes, las causas: varias. Un enfoque causal podía ser la obsolescencia, entendida como la adecuación oficial de la gestión y usos del Estado a los tiempos que corren, y obsolescencia política y administrativa en España se presentan a diario en abundancia.

Una anormalidad fácil de percibir la materializa el “juego” político al presentarlo como la competición izquierda y derecha con tintes decimonónicos cuando lo que existe es una pugna liberal- posmodernista. Los primeros ejercen un “liberalismo trasversal”, entendiendo por “trasversal” algo inconcreto que suena bien. Los posmodernistas ejercen como tales sin saberlo, se titulan izquierda, se conectan a asuntos irrelevantes en esta época como la Guerra Civil de hace ocho décadas, cambian nombres de calles, practican aquelarres políticos, pero lo que promueven y practican, sin saberlo, es un relativismo extremo que ampara las últimas versiones del posmodernismo como la teoría Queer que preconiza la liberación de lo considerado “normal”, entre otros asuntos los de género y sexualidad.

El relativismo moral, ético y práctico es la norma de actuación de la denominada izquierda, algo muy adaptable a la propaganda mediática. La verdad objetiva no existe y, por lo tanto, la realidad es lo que pasa en el momento. Sobran valores, adiós a la lógica, lo que vale es la evanescencia mediática. Cuando se dan de bruces con la realidad, sin capacidad de gestionarla, se aplica la “política”, o lo que es lo mismo, un cúmulo de improvisaciones.

El llamado “centro político” es un magma vulnerable, alérgico al liderazgo y de comportamiento “moderado”. La apariencia es la falta de convicción de lo que debe hacer, está mas pendiente del camino que del final. Al igual que la izquierda, en general carece de ideología pues si consideramos a esta como una filosofía con valores, la carencia de ambos es evidente.

Es lamentable como ha degenerado la democracia española, se ha triturado con una conducta suicida, se ha aislado políticamente del mundo, “está” en la UE pero no “es” UE, no influye a nivel internacional porque no es de fiar y su futuro necesita innovación política. La pregunta es: ¿por qué ha ocurrido esto?, la respuesta es compleja, pues es un proceso de creación y degeneración cuarenta años que ha resultado en la coalición Frankestein.

Cuando en pleno cambio tecnológico disruptivo, y por ende geopolítico, el Gobierno de un país mira hacia atrás como dirección de futuro, un profunda patología existe. Cuando el precio de la gobernanza es el consenso con al menos cuatro socios regionalistas, la gobernanza no lo es. Cuando las leyes de carácter general, que afectan a derechos fundamentales, las implanta una mayoría sobre otra mayoría, es garantía de confrontación social. Esa es la situación de España.

¿Y del futuro qué?. Pues está en manos de la sociedad, si ésta se “despartidiza”, si se arrumban los politburós, si se despolitiza la administración dejando al mínimo imprescindible los cargos de designación política, que tendrían que estar cualificados por currículum, si en la sociedad se impone el mérito y la capacidad, entre otros criterios, el peso de la sociedad se hará sentir y los riesgos de bluff electoral serán menores y los verdaderos problemas del país podrán tratarse, entre otros el exceso de administraciones territoriales, con su correspondientes conflictos.

Dejemos que los nostálgicos entren en trance y sueñen con memorias, leyendas y sortilegios. España es vulnerable a las amenazas interiores y exteriores, seamos conscientes de ello y de que unas de sus causas es la aritmética parlamentaria.

 

Enrique Fojón

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