En el año de nuestro señor 2018, comenzó a fraguarse una estrategia de marketing político como nunca había ocurrido en la historia de nuestra democracia, la construcción de una mentira para derrocar un gobierno.
Y es que en la política actual todo vale, ya no existe el decoro, el respeto y la lealtad institucional, ahora solo importa la estrategia, la estadística, el mensaje y por encima de todo la mentira, convertida en verdad absoluta. De mentiras políticas convertidas en verdad, hemos tenido alguna que otra, como por ejemplo aquel famoso, “España nos roba”, inventado por el independentismo y que después se demostró, que no solo no robaba, sino que costaba dinero a la presunta ladrona, vamos que las cuentas eran al revés.
Pasamos del “España nos roba”, a “El PP, es un partido corrupto”, así las cosas vemos como trágicamente se descubre la mentira, y no por que lo diga un servidor, lo dice nada más y nada menos que el Tribunal Supremo, que elimina de un plumazo el argumento empleado por el Pedro Sánchez, para derrocar a Mariano Rajoy.
Sánchez, usa la mentira con una gran maestría, adornada por su escudero Ivan Redondo, consigue que los españoles se crean su gran puesta en escena, sin importar ni la situación del país ni la de los ciudadanos, que en vez de usar criterio propio, se creen a pies juntillas lo que dicta la voz del sanchismo.
Aquel día, derrocaron un gobierno basándose en una mentira, derrocaron un gobierno lleno de dificultades, que había sacado a los españoles del pozo, que había luchado por qué no intervinieran España, que no se fue de vacaciones en medio de una gran crisis económica y que hizo lo imposible por conseguir que España no se hundiera en la quiebra más absoluta.
De nada sirvieron los esfuerzos del entonces presidente del gobierno, por explicar a los españoles, de donde veníamos y donde estábamos, de cómo había encontrado un país arruinado y como lo dejaba en una posición mucho más saneada. Aquello no sirvió de nada.
Lo más grave de todo, no es que no consiguiera explicarlo a los españoles, sino que los propios diputados que votaron aquella moción tampoco lo quisieron ver, solo vieron su ambición política, su estrategia y su beneficio personal y partidista, no importaron nada los ciudadanos, solo derrocar al gobierno sin más trámite, aunque con ello cayeran los ciudadanos. Votaron aquella moción, cargada de mentiras, única y exclusivamente por beneficio propio, y no por el beneficio del país.
Hoy, dos años después, vemos como aquello fue todo una farsa, que ha sumido a España en una crisis institucional sin precedentes, y lo que es más grave, haciendo de la mentira una práctica habitual. Hundiendo a España y a los españoles en una nueva crisis de magnitudes incalculables.
Sin duda ahora cobran más fuerzas las palabras de Mariano Rajoy, “me voy dejando una España mejor que la que encontré”. Otros no podrán decir lo mismo cuando se marchen.
David Gómez González
David Gómez González