Este año se cumplirá el 125 aniversario de la institucionalización del Día de los Trabajadores.
Entonces se luchaba por obtener derechos nunca alcanzados. Hoy se lucha por recuperar derechos perdidos. Por desgracia, entre las miles de personas que salgan a la calle para exigir sus derechos, faltarán, al menos, 848.225 jóvenes de entre 20 y 35 años que figuraban en los censos de población del INE de hace dos años. Y que ahora ya no están, probablemente porque se han ido de España por falta de oportunidades. Y, sin embargo, el Gobierno, quizás porque le bastan descensos cosméticos del paro por cambios metodológicos como el realizado por el INE con la EPA la semana pasada, pregona la recuperación.
Hoy se lucha por recuperar derechos perdidos
¿Qué recuperación?
La reforma laboral del Gobierno ha hundido las expectativas del país. No sólo ha provocado el recorte de salarios, sino una mayor precarización del empleo. Combinado con las 50 subidas impositivas decretadas por el Gobierno permite entender el porqué del aumento de la pobreza y la exclusión social, con el drama de la pobreza infantil en primer término.
Desde la entrada en vigor de la reforma, se han perdido un millón de puestos de trabajo. Pero, junto a la destrucción de empleo, ha traído mayor precariedad: la sustitución de empleo indefinido a tiempo completo, por empleo temporal a tiempo parcial y, por tanto, con salarios mucho más bajos –un 10% de media- en un contexto de presión fiscal creciente ¿Resultado? Ni lograr un trabajo es garantía para salir de ella como ha puesto de manifiesto la Comisión Europea al revelar que 2 de cada 3 españoles en riesgo de pobreza no consigue salir de ella ni aun firmando un contrato ¿Cómo fundamentar así la recuperación económica?
Ni la reducción salarial ayuda a parar la caída del consumo, ni la desprotección de los trabajadores al eliminarse la ultraactividad de los convenios colectivos ayuda a frenar la deflación. Al contrario, lo acelera. Sobre estas bases, el empobrecimiento está asegurado.
Sólo hay que ver lo que ocurre en nuestro entorno. Desde que en 2011, la austeridad fiscal se generalizó en los países europeos, la Unión Europea se ha convertido en la zona económica del mundo donde el impacto sobre el empleo ha sido más elevado y persistente: 27 millones de personas, seis de ellos españoles, están en el desempleo.
Necesitamos un rumbo para encarar una salida justa de la crisis
Además, 18 países de los 28 han registrado fuertes caídas en los salarios reales. Las más espectaculares, en Grecia (20%), Portugal (10%) y España (7%). En el continente más rico, una cuarta parte de su población se encuentra en riesgo de pobreza y exclusión social. Y tal estrategia no ha servido ni para lograr reducir la deuda pública y los déficit fiscales. Al contrario, como en el caso español, los han agudizado.
La austeridad ha fracasado. El paro crece, la depresión no remite y las brechas sociales se amplían. El intento frustrado de recorte del déficit fiscal sólo ha provocado el crecimiento descontrolado del déficit social ¿Hacia dónde vamos?
Necesitamos un nuevo rumbo para encarar una salida más justa a la crisis. El ejemplo lo tenemos al otro lado del Atlántico. En 2009, los estadounidenses cerraron una década de gobiernos conservadores dando su confianza a Obama. Desde entonces, EEUU ha creado 8 millones de empleos. Mientras, en Europa, la ciudadanía siguió confiando en gobiernos conservadores. Desde entonces, la Eurozona ha destruido 2,5 millones de empleos.
Como dice el economista francés Thomas Piketty, “hay varios futuros posibles, según el tipo de políticas e instituciones que elijamos”. ¿Vamos a ratificar la austeridad depresiva? ¿Vamos a seguir aceptando que se diga –como ha hecho la presidenta del Cículo de Empresarios- que los jóvenes no valen nada? ¿Vamos a elegir seguir empobreciéndonos?
José Blanco