En la polémica que se ha generado en torno a las 15 futbolistas de la Selección Española que han decidido no acudir más al combinado nacional hasta que hay cambios, como en todo conflicto, parece que los espectadores sentimos la obligación de tomar partido.
«Son unas niñatas, no tienen derecho a quitar o poner seleccionadores como si manejaran piezas de ajedrez, todavía no han demostrado nada importante en el terreno de juego» son algunos de los calificativos que han sonado estos días. Otros van por una línea opuesta: «Jorge Vilda es un controlador, las trata con condescendencia, no sabe competir, debería ganarlo todo con esta plantilla».
Es como si necesariamente una de las dos partes tuviera razón y la otra se mereciera todos los epítetos negativos que recoge el diccionario. Como si la realidad no fuera rica en matices. Como si no hubiera intereses ocultos en ambos bandos. Como si la desinformación no formara parte de este juego de creación de opinión pública en un contexto de postverdad.
Sin duda es de buen ciudadano tratar de formarse una opinión cuando estalla una bomba de este tipo, sin precedentes en el fútbol español. De hecho, trataré de expresar la mía, aunque ya avanzo que no será blanca o negra. En primer lugar, porque entiendo que ningún análisis sobre la realidad debe serlo. En segundo término, por que solo hay personas totalmente malas y completamente buenas en las historias de ficción y afortunadamente no en todas. Y por último, porque en este conflicto juega un papel muy relevante la gestión de la comunicación, que forma parte de la realidad, desde luego, pero que también puede moldear, engrandecer, difuminar, distorsionar o maquillar algunos aspectos de esa misma hasta el punto de hacer parecer que es otra sustancia completamente distinta.
Con los escasos datos que hay sobre la mesa, para empezar a entrar en materia, se torna muy complicado alcanzar esa opinión formada. Esta limitada información, además, en algunos casos proviene directamente de los protagonistas de la historia, pero en otros aparece mediatizada.
El pasado 1 de septiembre, un día después de que algunos medios sacaran a la luz el malestar que existía en el vestuario con el seleccionador, la entonces capitana Irene Paredes se refirió muy veladamente a las razones de fondo. «Hay ciertos aspectos internos que se deben cambiar», explicó apenas tres semanas antes de que estallara la mencionada ‘bomba’ informativa que en forma de correo electrónico aterrizó en los ordenadores de Las Rozas.
Las 15 jugadoras que enviaron otros tantos email a la Real Federación Española de Fútbol el 22 de septiembre para solicitar no ser convocadas se limitaron a esgrimir como argumento para dar el paso «los últimos acontecimientos acaecidos» y «la situación generada». Ocho días más tarde, Vilda les reclamó públicamente más concreción. «No sé qué piden«, dijo en rueda de prensa. «No he recibido información precisa de los cambios que necesitan», añadió el cuestionado entrenador.
Diario Deportivo, de fuentes no citadas con nombre y apellidos pero sí referidas a las propias jugadoras de forma genérica, achacó el 28 de septiembre la reacción de las 15 a un «excesivo control» ejercido por Vilda sobre las salidas y el sueño de las futbolistas. Esta acusación apuntaba en la línea que ya había marcado la hemeroteca y que recordaron aquel mismo día varios medios.
En concreto, se refirieron al libro escrito en marzo de 2021 por la periodista Danae Boronat y titulado No las llames chicas, llámalas futbolistas, que admitía que Vilda había aportado «modernidad» al trabajo de la selección, pero también más supervisión. «Era muy controlador, hasta el punto de que pasaba por las habitaciones por la noche para ver si a las once en punto estábamos», se puede leer en la citada obra, que también acusa a Vilda de tener una «obsesión» por las salidas. «Debían informarle si salían a tomar un café, dónde iban y con quién», continúa Boronat en su libro.
El mencionado comportamiento del seleccionador fue confirmado esos mismos días también por una exjugadora. Natalia Pablos dijo en la cadena Cope que en su época sí que vivió ese excesivo control. «Yo no podía salir del hotel sin el resto de mis compañeras; entiendo que es normal que tenga que avisar si salgo de unas instalaciones, pero no podía salir a comprar una postal, por poner un ejemplo, si no íbamos todas o un grupo bastante grande», relató la exfutbolista.
Sin embargo, el pasado 3 de octubre, una de las 15 alzó la voz hacia otra dirección. Andrea Pereira, jugadora del América, en una entrevista concedida a Fox Sport México, apuntó exclusivamente a razones deportivas. «La Euro fue como el punto final; España, con las jugadoras que tenemos y lo que se está invirtiendo, queremos más; somos jugadoras competitivas y te lleva a querer más y quererlo porque la edad va pasando y queremos conseguir cosas», argumentó Pereira, que insistió en que «cuando los resultados no salen en cualquier sitio, necesitas cambios, hacer cosas diferentes».
Es posible que más adelante alguien ponga nuevos elementos sobre la mesa. De momento, estos son los que hay, por lo que no queda más remedio que decantarse por una opinión prudente en relación a la polémica. Por la misma razón, y por lo razonado al principio, tampoco cabe condenar públicamente a nadie. No hay elementos suficientes y es muy probable que siempre fuera injusto para alguna de las partes.
El afán controlador del seleccionador o los resultados obtenidos son discutibles y podrían justificar una destitución con una opinión pública mayoritariamente favorable. No estoy seguro de que sea el caso. De hecho, la tradicional disputa entre aficiones del Real Madrid y de Barcelona también juega un papel relevante en esta polémica, pues la mayor parte de las 15 ‘rebeldes’ pertenece a este último club, auténtico buque insignia del fútbol femenino español en los últimos años, y la mayoría de las nuevas caras forman parte del conjunto blanco. Este elemento frena considerablemente cualquier atisbo de posicionamiento público en masa favorable a una de las partes.
Los escándalos públicos conocidos en torno a la figura de Luis Rubiales, valedor de Vilda, por contra, también ejercen un importante contrapeso a la posibilidad de que exista una mayoría de aficionados que se posicionen a favor del seleccionador.
Pero de nuevo entramos en el terreno de lo que admite diferentes puntos de vista. Los resultados, por un lado, los han conseguido tanto el cuerpo técnico como las propias jugadoras. Por otro, pueden considerarse buenos si los miramos con perspectiva o malos si los leemos con un punto ambición. La Selección Española dio una buena imagen en la Euro y el partido contra Inglaterra se decidió por detalles. Me quedo con esta afirmación que parece indiscutible y que reparte el mérito entre ambos segmentos.
En la otra línea, ha habido entrenadores con incontables manías y costumbres extravagantes que han sido polémicas mucho más allá de este episodio y no han derivado en motines. Que sean los deportistas quienes los pongan y los quiten, desde luego, además, no parece buen antecedente. No tanto porque el conjunto pesó más que el mismísimo Lionel Messi, que Sergio Ramos o que Raúl González Blanco. Las chicas podrían haber roto con aquello. La razón de fondo es que un cambio de seleccionador provocado por una rebelión con estos mimbres provocaría una desautorización de la autoridad, que moralmente quedaría en manos de un grupo de jugadoras. Éstas ya no estarían a las órdenes del seleccionador, sino que sería este último quien reportaría a una facción del equipo.
El órdago de las 15, de hecho, fue aceptado por Vilda, que admitió la ‘misiva de renuncia’ de las jugadoras y elaboró una nueva lista con caras nuevas. Serán ahora estas últimas seleccionadas en cierto modo quienes den o quiten la razón a las protagonistas de la revuelta y agiten algo más la opinión pública. Los resultados de los partidos a partir de ahora serán relevantes para que la opinión pública valore el episodio con algo de distancia, pero no estoy seguro de que sean determinantes. Los espectadores ya habrán visto a las nuevas futbolistas y las hasta ahora indiscutibles de la Selección Española tendrán que volver a ganar un terreno perdido por voluntad propia. Es posible que no hayan medido el alcance de su decisión.
Roberto Ruiz Ballesteros es director de Ballesteros Comunicación de Litigios, profesor en la Universidad Carlos III y Máster de Periodismo El Mundo.