Están alejados de los focos mediáticos en las grandes operaciones policiales, no tienen horarios y la apreciación que tiene el ciudadano de a pie de sus labores difiere en gran medida de la realidad. Aunque se mantienen en la sombra, los 32 negociadores que componen la red nacional de la Policía Nacional salvan cada año cientos de vidas de secuestrados o suicidas. ¿Sus armas? Una escucha activa y eficaz, una gran capacidad de comunicación y un fuerte control de sus emociones. El FBI y policías expertas en secuestros violentos como la colombiana comparten sus conocimientos en la materia con una unidad que vive adherida a un teléfono por si se requieren sus servicios.
«No somos Eddy Murphy que entra en un banco sin chaleco y haciéndose el héroe libera a los rehenes y detiene al secuestrador en menos de media hora». De esta manera tan gráfica, Juan Alcolea, jefe del equipo nacional de negociación, desmonta la imagen que se tiende a tener de la figura del negociador. Aunque no es el único cliché erróneo de la profesión. «No somos psicólogos como mucha gente se piensa y tampoco es un requisito indispensable para entrar en la unidad», afirma Alcolea.
En España, la red de negociadores se extiende hasta un total de 32 miembros, aunque el grupo nacional, que está instalado en Madrid y que depende de la unidad de secuestros y extorsiones, lo conforman cinco inspectores licenciados o graduados. Desde la capital coordinan todas las actuaciones y son capaces de montar en 45 minutos un dispositivo de negociación dentro de la Comunidad de Madrid. Si el conflicto se encuentra en otro punto de la península, el que se encarga de testar y medir la magnitud del problema es el negociador destinado en esa localidad o comunidad. «En lo que no mienten las películas es en el horario. Podemos avisar a un negociador un domingo, un día que esté en el cine, una madrugada a las cuatro de la mañana… Siempre disponibles: 24 horas, 365 días al año», afirma el inspector.
Aunque no son psicólogos, sí reciben los mejores cursos en psicología de universidades de tanto renombre como la Autónoma de Madrid. Además, mantienen un continuo contacto con el FBI, que les asesora en situaciones extremas como suicidios, o con policías como la colombiana o la mexicana, expertas en secuestros violentos.
Nuevo rol
En la Academia de Policía los aspirantes reciben directrices de utilizar un lenguaje muy directo, pero un agente que llega a la red nacional de negociadores debe de realizar «un cambio de chip», porque lo más importante y primordial es escuchar al implicado, no requerir que es lo que hace normalmente un agente que patrulla la calle. «Debemos tener dotes de persuasión e intentar que el secuestrador o suicida haga lo que nosotros queramos, pero haciéndole creer que lo está realizando por voluntad propia. Es como guiar a un ratón por un laberinto a base de cebos para que escoja la salida que hemos elegido para él», explica Alocolea.
Desgraciadamente, la coyuntura social y económica actual en España ha traído consigo un aumento de los avisos por suicidios, desahucios o personas que se atrincheran en centros sociales reclamando una incapacidad. Esta premisa, unida a que España no cuenta con grandes organizaciones criminales ni mafias, hace que el equipo de negociación realice muy pocas actuaciones en casos de secuestros de larga duración. Aun así, el inspector jefe recuerda un caso que ha mantenido en la retina a pesar de los pasos de los años por su gran carga emotiva.
«En 2008, un empresario fue secuestrado en Alcobendas por una deuda de unas tierras. Lo llevaron al Algarve previo paso por Galicia. Fueron días muy duros, pero fue muy gratificante porque las primeras caras españolas que vio fueron la mía y la de mi compañero. Después lo trasladamos a su casa y fue muy emocionante presenciar el encuentro con su familia», relata el jefe de equipo de negociación
A pesar de contar con una formación de élite y una gran fortaleza mental, los negociadores no dejan de ser personas con sus respectivos sentimientos que en muchas ocasiones pueden desvirtuar la realidad y perder la objetividad en la negociación. «Cuando se trata de secuestros largos solemos trabajar por parejas, pero cada dos semanas rotamos con nuevo miembro del equipo para evitar la influencia de la familia y la pérdida de objetividad», afirma Alcolea.
Una labor de equipo
En cuanto a los límites de lo que pueden o no ofrecer, los negociadores distinguen dos tipos situaciones. Si se trata de un secuestro la frontera los impone la familia. «Si el secuestrador pide un millón de euros por liberar a su preso, y la familia sólo tiene 10.000 euros, lo que no se puede hacer es mentir y engañar al raptor», argumenta el inspector. Si por el contrario se trata de una situación crítica como pudiera ser un atraco a un banco con rehenes, el techo de la negociación se rige por un protocolo de incidentes críticos. «En el protocolo se nombra un jefe de incidentes y nosotros le aconsejamos por nuestra experiencia lo que debe o no darle al delincuente. Aunque aconsejemos, la última decisión la tiene él», explica.
Por último, Juan Alcolea aclara que se equipo es sólo un eslabón más en las labores de rescate de cualquier ciudadano donde también intervienen las unidades de investigación, de seguimiento y de asalto. Son precisamente estas últimas las más beneficiadas de su trabajo. «En muchas ocasiones, intentamos ganar tiempo para que las unidades de asalto puedan organizar la intervención y sufrir así las menos bajas posibles», sentencia Alcolea.