El estudio, resultado de varios experimentos realizados con 296 individuos, se publicó en la revista Nature Communications, en un artículo liderado por investigadores del Centro de Tecnología Biomédica de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM).
De manera continua estamos interactuando con nuestro entorno mientras codificamos recuerdos, pero la forma en que las acciones influyen en la formación de la memoria sigue siendo poco conocida.
Bryan Strange, director del laboratorio de Neurociencia Clínica en este Centro de Tecnología Biomédica, explica a Efe que hace unos 20 años leyó un trabajo científico en el que se afirmaba que cuando un paciente movía la lengua o el brazo se activaban las neuronas en un área del cerebro esencial para la memoria -el hipocampo-, la cual no suele ser considerada como área involucrada en el sistema motor.
Aquello, dice, le llamó la atención. «Lo que no te cuadra, te pica», apunta, y años más tarde terminó por rescatarlo.
Después de aquella publicación y más recientemente se ha demostrado en modelos animales que cuando se empieza a hacer un movimiento se activan las neuronas del sistema noradrenérgico del cerebro.
La noradrenalina, molécula muy parecida a la adrenalina, además de una hormona, es un neurotransmisor que facilita la comunicación entre las neuronas y puede modificar la formación de memorias, particularmente vinculadas a eventos emocionales.
Strange, que lleva años estudiando cómo influyen las emociones en la memoria, pensó entonces que quizás un simple movimiento mientras se observa una fotografía serviría para fijar mejor el recuerdo de la misma. Y bajo esta premisa su equipo diseñó varios experimentos.
Los resultados: cuando se realiza un movimiento se da un estallido de actividad en el sistema noradrenérgico del cerebro y esto sirve para estimular la formación de memoria, resume Strange.
Para llegar a estas conclusiones, Mar Yebra, otra de las autoras de este estudio y también investigadora en la UPM, encabezó una serie de experimentos que los científicos acompañaron con resonancias magnéticas del cerebro, además de medidas de las pupilas de los participantes.
En los experimentos se invitó a estos a visionar una serie de imágenes, cada una con un borde en azul o en amarillo. Cuando el individuo observaba la foto con marco azul tenía que presionar un botón, mientras que con el amarillo no tenía que hacer nada, y viceversa en otro grupo de individuos.
Una hora después, y por sorpresa, a los voluntarios se les hizo un test de memoria y los investigadores constataron que las fotografías que mejor se memorizaron fueron aquellas que estuvieron acompañadas de un pequeño movimiento, en este caso la presión de un botón.
El equipo completó los experimentos con escáneres del cerebro, para tratar de buscar las zonas activadas, y con mediciones del diámetro de las pupilas, también relacionadas con el sistema de noradrenalina; la adrenalina y noradrenalina nos prepara para situaciones en las que hay que estar activos y dilatan las pupilas.
«Simplemente con tocar un botón, ese movimiento hace que se activen las neuronas noradrenérgicas -aquellas que utilizan la noradrenalina como neurotransmisor- y se mejora así la memoria respecto a la imagen que estás viendo», resume el investigador de la UPM y del Centro Alzheimer Fundación Reina Sofía.
Los resultados podrían ser importantes, apunta, para las técnicas de promoción del aprendizaje en las aulas o como estrategias para mejorar la función de la memoria en pacientes que la pierden.
Firman también este artículo científicos del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo y la Universidad de Cádiz.
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