Los tiempos han cambiado. Los increíbles avances de las nuevas tecnologías han revolucionado todas las maneras en las que percibimos al mundo y, por supuesto, también la forma en la que nos vinculamos. Hace no demasiados años las parejas se formaban luego de conocerse en un bar, en la boda de unos amigos, o luego de haber sido presentados ambos por algún conocido en común.
Aunque todavía esas historias existen, los métodos se han reinventado y con la introducción de internet en nuestras vidas, se nos han ofrecido nuevas maneras de encontrar el amor. Así, poco a poco, las plataformas en la web fueron mutando hasta la aparición de las aplicaciones para dispositivos móviles, una herramienta utilizada por buena parte de la población a la hora de buscar pareja, ya sea estable o algo fugaz.
Nuevas formas de relacionarse
Especialmente para las últimas generaciones puede no ser tan llamativa la transformación de un estado a otro. Éstas han incorporado mucho más rápido los nuevos códigos de relación que implican las redes e internet, un lenguaje que para otros es todavía desconocido. Por ello existen páginas como Info Cuentas, que funcionan como una especie de guía de las distintas plataformas, aplicaciones, redes sociales y servicios que existen, y todo lo necesario y elemental de cada una, desde cómo crearse una cuenta o cambiar contraseñas, hasta cómo eliminarla.
En tiempos en donde todos los aspectos de la vida están tan fuertemente atravesados por la tecnología, comienza a resultar esencial actualizarse y comprender de qué se tratan estas nuevas herramientas. Hemos visto cómo se han vuelto imprescindibles para trabajar, ampliar redes o conseguir clientes. De la misma forma, para bien o para mal, se están convirtiendo en un medio crucial para la interacción entre pares.
En la elección de estas páginas o aplicaciones intervienen además las distintas preferencias de los usuarios. No en vano existe una variedad considerable de aplicaciones de citas, cada una de ellas destinadas a un determinado sector etario, a un territorio, a ciertos grupos de pertenencia cultural. Aunque no lo parezca, todos estos factores entran en juego al momento de hacer uso de una aplicación de citas, cuyo principal objetivo es acortar las distancias geográficas, étnicas o de clase, al momento de conocer a otras personas.
El idioma tecnológico
Por supuesto, en ocasiones los beneficios de las aplicaciones de citas son muy criticados, y percibidos como desventajas. Porque así como hemos aprendido a vincularnos a partir de un lenguaje tecnológico, en el que median nuevos códigos y formas (como los emojis, los stickers o los memes), también parece que hubiéramos desaprendido la naturalidad de las interacciones personales. Aun así, lo cierto es que se trata de algo que no tiene el aspecto de detenerse en estos momentos, sino, por el contrario, de seguir creciendo.
Las aplicaciones de citas continúan actualizándose y, en el medio, van apareciendo otras nuevas con las que experimentar. Tinder es la elegida desde hace ya ocho años, con una interfaz dinámica que seduce a los usuarios y hace fácil el manejo de sus funciones. Además, si bien tiene algunas opciones de pago, la aplicación puede utilizarse sin ningún problema de manera gratuita.
Probablemente lo más atractivo de estas redes (porque, a estas alturas podrían incluso considerarse así) es el hecho de que permiten establecer filtros para orientar una búsqueda más específica. Algo que hace unos años, sin tecnología, no podía hacerse, y que actualmente resulta tan necesario; fijar un objetivo en función de los deseos a corto o largo plazo. Un atajo un poco más rápido a la satisfacción de ese anhelo de realización personal, con ciertos “requisitos” acerca de qué es lo que esperamos encontrar en nuestra pareja ideal.
De esta manera, hallar a alguien en nuestra misma cuadra, nuestro mismo barrio o ciudad, y en un rango de edad determinado, es tan sencillo como marcar una serie de opciones y empezar a deslizar dentro del menú. Cabe añadir que, con su aparición, Tinder también significó una posibilidad segura.
Es sabido que, con el auge de internet y los servicios online, los fraudes o el denominado “catfish” (cuando una persona se hace pasar por alguien que no es) se han vuelto moneda corriente. Por eso, que Tinder hiciera una sincronización con las cuentas de Facebook en busca de conocidos en común era una garantía. Algo similar a lo que añadió más recientemente con sus sincronizaciones con Instagram.
Lo que generan aplicaciones como Tinder no se limitan al momento exacto de encontrar una pareja. Hoy en día existen incluso servicios para saber si alguien tiene Tinder, ante la curiosidad de enterarse quién de nuestros conocidos tiene efectivamente una cuenta en su base de datos o cuando comienzan a surgir ciertas inquietudes entre las parejas. Como mencionamos antes, el surgimiento de estas redes vino a generar importantes cambios, causando una especie de efecto dominó, con sus respectivos pros y sus contras.
Es por eso que no todas las personas se hallan del todo cómodas navegando en estas aplicaciones, y prefieren conocer gente y potenciales parejas a la antigua usanza. No es nada cuestionable, ya que al fin y al cabo, se tratan de herramientas y, como tales, tienen el objetivo de complementar o dar pequeños empujones para quienes lo tienen más difícil o prefieren sacarse un peso de encima.
Lo que queda muy claro es que es poco probable que las cosas vuelvan a ser como lo eran hace unos años. Al menos por ahora, la sociedad parece resistirse a la idea de un mundo en el que la tecnología no sea nuestro principal recurso, especialmente al momento de establecer lazos tan importantes como los románticos.
Pilar Moreno