Esta es una de las conclusiones del Índice de Coherencia de Políticas para el Desarrollo Sostenible 2019 (ICPDS), que utiliza 57 indicadores agrupados en cinco componentes: económicas, sociales, productivas, globales y ambientales.
El índice, una medida alternativa al clásico Producto Interior Bruto (PIB), fue presentado hoy por la Coordinadora ONG para el Desarrollo en el marco de las jornadas «Otra Economía está en marcha», organizada por Economistas sin Fronteras.
España se encuentra en el puesto número 9, con 69,37 puntos (sobre cien). Dinamarca, que ocupa el primer lugar, tiene 79,02 puntos. La India, con 26,76 puntos, ocupa el último.
España alcanza buenas posiciones en el ámbito global por su compromiso internacional con los derechos humanos, justicia y armamento y el compromiso con los derechos LGTBI e igualdad de género (séptimo puesto entre los países de la UE).
También puntúa bien en el componente productivo -mayor equilibrio en la dotación de infraestructuras con factores medioambientales y sociales- y aunque flaquea en lo ambiental –ocupa el puesto 80-, está mejor que otros países de su entorno que puntúan bien en materia económica, social y productiva.
Según el informe, donde mayor margen de mejora presenta es en su componente económico y social: está entre los países de la UE con menores ingresos gubernamentales como porcentaje del PIB, tiene margen de mejora en la capacidad redistributiva de su política fiscal y su sector bancario es 3,4 veces el PIB del país.
Lo peor es el capítulo social: es el segundo país de la UE en tasa de desempleo, está por debajo de otros países de su entorno en población por encima de la edad legal de jubilación que recibe una pensión, de la ratio alumnado-profesorado en educación infantil, en la tasa de permanencia en el último curso de educación secundaria y en el acceso a internet en las escuelas.
PATRONES DE DESARROLLO INSOSTENIBLE
Ni España ni ningún otro de los ocho países que se sitúan en el grupo de «coherencia alta» de sus políticas de desarrollo sostenible puede ser un modelo de referencia «pues su patrón de desarrollo es insostenible y no es extensible al conjunto del planeta», según las conclusiones del informe.
Esto sucede porque, aunque son países con un alto nivel de bienestar y derechos, su puntuación en el componente ambiental es muy baja: la población vive bien pero las consecuencias las sufren otros países y otras personas «más allá de sus fronteras».
El informe pone a Noruega como ejemplo de esta contradicción: ocupa el cuarto lugar del índice con 72,75 puntos, pero es uno de los principales exportadores de petróleo y gas del mundo, con todos los costes ambientales que eso conlleva.
Los cinco primeros países del índice son europeos: cuatro nórdicos (Dinamarca, Islandia, Suecia, Noruega) y uno del sur (Portugal). En el sexto y séptimo lugar están, respectivamente, Nueva Zelanda y Australia. El octavo es Finlandia y el noveno España.
LA PENALIZACIÓN AMBIENTAL EN EUROPA
La mayor parte de los países europeos se encuentra en el grupo de «coherencia media». Para Francia, Alemania, Reino Unido o Italia, el mayor desafío se encuentra en el impacto ecológico de su modelo de desarrollo para el resto del planeta.
Suiza, otro de los paradigmas del bienestar y del desarrollo, resulta penalizado porque no es capaz de mantenerse sin consumir los recursos de otros y porque es uno de los países con mayor opacidad financiera.
La opacidad financiera y la enorme proporción de su sector bancario con respecto al PIB es lo que le lleva a Luxemburgo hasta el puesto 42 –en el grupo de coherencia media baja- y a Estados Unidos hasta el puesto 91 –grupo de coherencia baja- porque, aunque puntúa bien en el componente social y productivo, penaliza en lo ambiental y global –derechos, respeto a los tratados internacionales, posesión de armas, etc-.
POR QUÉ ESTE ÍNDICE ES DIFERENTE
Las fronteras se diluyen en un mundo interconectado. Este índice trata de reflejar los efectos de las políticas públicas en el bienestar de las personas y la sostenibilidad de la vida en el planeta, porque la renta ya no sirve para hablar de desarrollo.
Maite Serrano, directora de la coordinadora, cree que hay que dar un paso hacia la coherencia de las políticas: «una coherencia integrada y que todas las políticas se orienten hacia el desarrollo sostenible y el impacato global».
«Queremos que este índice sea una herramienta que pueda ser utilizada en el diseño de las políticas», dijo.