La investigación, que publica la revista ‘Science Advances’, ha demostrado que los antepasados de las bacterias modernas de un lago rico en hierro de la República Democrática del Congo podrían haber sido la clave para mantener el clima cálido primitivo de la Tierra y formar los yacimientos de hierro mineral más grandes del mundo en los fondos oceánicos hace miles de millones de años.
El trabajo ha sido liderado por investigadores de la Universidad de la Columbia Británica, en colaboración con expertos de la UAB y de las universidades de Alberta y Tubinga y del Instituto Tecnológico de Georgia.
Las bacterias estudiadas tienen características químicas y físicas especiales que, en ausencia de oxígeno, les permiten convertir la energía de la luz solar en minerales de hierro oxidado y en biomasa celular, provocando que otros microbios produzcan metano, el potente gas de efecto invernadero.
Los investigadores han usado modernas técnicas geomicrobiológicas para demostrar que dichas bacterias expulsan minerales de hierro y son capaces de crear depósitos de este mineral en el fondo marino.
Separadas de sus productos minerales oxidados, estas bacterias pasan a alimentar a otros microorganismos productores de metano, que, según los autores, es el gas que probablemente mantuvo caliente la atmósfera de la Tierra cuando el sol era mucho menos luminoso que ahora.
El proceso de generación de las formaciones laminadas de hierro en los fondos oceánicos ha sido un enigma hasta ahora, ya que no existen en estos depósitos registros fósiles de biomasa celular producida durante la oxidación del hierro.
«Ahora hemos demostrado que los antepasados de estas bacterias pudieron participar en la formación de estos depósitos y que el exceso de biomasa se habría depositado en los sedimentos costeros, formando pizarras ricas en materiales orgánicos y alimentando la metanogénesis microbiana», ha precisado Marc Llirós, investigador del Departamento de Genética y Microbiología de la UAB.
El estudio supone una posible explicación a la paradoja del sol joven y débil, que explicaría la existencia de océanos líquidos en la Tierra primitiva pese a que la temperatura terrestre calculada a partir de la luminosidad del Sol primitivo y la química atmosférica moderna implicarían que la Tierra debería haber estado completamente congelada.
Según los investigadores, una Tierra congelada no habría soportado mucha vida, mientras que una atmósfera rica en metano, vinculada a depósitos masivos de hierro mineral y a vida temprana fue propuesta inicialmente por el científico atmosférico de la Universidad de Michigan, James Walker, en 1987.
Según LLirós, este estudio aporta ahora una evidencia física para apoyar esta teoría y revela que las interacciones a micro escala entre bacterias y minerales fueron probablemente la causa.
Los investigadores han destacado que el conocimiento de los procesos químicos y físicos de cómo las bacterias interactúan con su entorno puede ser utilizado, por ejemplo, para desarrollar y diseñar nuevos procesos para recuperar recursos, nuevos materiales de construcción o aportar nuevos enfoques para tratar enfermedades.