La revista «Current Biology», del grupo «Cell», publica este mes un trabajo liderado por el Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona (CSIC-Universitat Pompeu Fabra) que demuestra que en el genoma de los distintos habitantes actuales del norte de África se aprecia una continuidad genética con los pueblos de cazadores-colectores que colonizaron esta región durante el Paleolítico.
Esa huella se debilita cuando más se acerca uno hacia el este, pero todavía es intensa entre los saharauis, marroquíes y tunecinos, lo que refuerza la tesis de que los bereberes son el pueblo originario y autóctono del norte de África, defienden los responsables de este estudio, en el que han participado también universidades de Túnez, Argelia, Arabia Saudí y el Líbano.
Para llegar a estas conclusiones, los autores del trabajo han secuenciado 17 genomas norteafricanos, tanto actuales como antiguos, tomados en este último caso de tres relevantes yacimientos prehistóricos de Marruecos (Taforalt, de hace 15.000 años; Ifri n’Ammar, de hace 7.000; y de Kelif el Boroud, de hace 5.000), pero también de restos de canarios aborígenes de los siglos VII y a XI.
Y los han comparado con 16 genomas de pueblos de Europa, Oriente Medio y el sur del Sahara, con un resultado que muestra la mezcla de herencias genéticas que los norteafricanos portan hoy en su ADN.
Tienen ancestros europeos y asiáticos, procedentes de varias migraciones importantes, como las ocurridas durante el Neolítico o las que tuvieron lugar a partir del siglo VII con la expansión de los pueblos árabes de este a oeste por todo el sur del Mediterráneo, y también subsaharianos, debido al intenso tráfico de esclavos en la zona durante el Imperio Romano y en el período árabe.
Sin embargo, ese flujo de genes de otros pueblos hacia el norte de África desde regiones vecinas durante más de 15.000 años «no llegó a borrar por completo» la herencia de los pueblos del Paleolítico.
La huella de esas sociedades de cazadores-recolectores es más intensa en el ADN de los habitantes del norte de Europa, donde supone hasta el 50 % de la herencia genética, pero también se aprecia al sur del Mediterráneo, con una frecuencia que va desde el 18 % de los saharauis hasta el 5,2 % de los egipcios.
Este estudio, cuyos primeros autores son Gerard Sierra Vidal y Marcel Lucas Sánchez, de la UPF, demuestra además que la migraciones de pueblos euroasiáticos hacia el norte de África ocurridas durante el periodo Neolítico, en una progresión de este a oeste, tuvieron un impacto demográfico mayor sobre las sociedades humanas de esa región que cualquier otro movimiento posterior, incluida la arabización.