jueves, noviembre 21, 2024
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Jesús y Rubén, pareja solicitante de asilo: Era muerte o cárcel en Venezuela

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Ese sábado ha sido su primera noche en uno de los albergues habilitados con motivo de la campaña contra el frío.

«No parece campaña contra el frío, esto parece una cárcel, es súper desagradable. (…) Siento más seguridad en la calle que dormir con doscientos, trescientos hombres que no sabes qué puede pasar», relata  Jesús M., un joven de 28 años que siente que «hubiese vivido 80».

Jesús llegó a Valencia el 18 de noviembre con su pareja, Rubén T., otro joven de 29 años que «sufre una patología» y comienzo de gripe por deambular en el frío otoño por las calles de Madrid, ya que su estancia en la capital valenciana no duró mucho tiempo.

Con cien euros en los bolsillos tras ser «estafados» por una compañía de viajes de su país llegaron a Valencia «con lo puesto» y con una habitación de hotel, pero en el Mediterráneo encontraron el primer «ángel» de su paso por España.

Una mujer les compró dos billetes de tren, los «más económicos», rumbo a Madrid para el día 19 y, ya en la capital, otra muestra de solidaridad fue la de la mujer de origen dominicano que les dejó alojarse en su casa hasta el 24 de noviembre.

Fue el día 20 cuando acudieron a la Brigada de Extranjería de Aluche para pedir cita previa para iniciar el proceso de solicitud de asilo. Tienen la citación el 12 de diciembre y, hasta entonces, auguran vivir «en situación de calle».

Desde el jueves 21 de noviembre, cuando la mujer que los había acogido les comunicó que tendrían que irse, Jesús y Rubén han ido a las puertas del Samur Social a buscar recurso e información, aunque no han obtenido respuesta, al igual que en Cáritas, Cruz Roja, CEAR, y asociaciones LGTBI.

A las puertas del Samur tienen «prioridad» para los recursos de acogida, explican, las familias «con niños chicos, los ancianos y personas con discapacidad».

«Bendito sea el señor que los protege», agregan, aunque, cuando cae la noche, son sobre todo personas jóvenes las que esperan recurso frente al número 10 de la carrera de San Francisco.

Del lunes al miércoles han dormido bajo techo gracias a los vecinos de los alrededores, que se han unido en una red de solidaridad -a veces espontánea- para sufragar hostales y pensiones a quienes quedan tras las rejas del edificio del Samur y llevar comida, mantas, proporcionar información o abonos transporte.

«Es muy feo estar en la calle, sin embargo aquí en Madrid no nos hemos sentido en la calle porque hasta en la calle caminando tenemos calor de familias, de vecinos. No hay mejor vitamina que la sonrisa y la mano que nos están dando», dice Rubén.

El jueves fue una amiga desde Estados Unidos quien les pagó un hostal a través de internet, pero el viernes no hubo tanta suerte.

«No queremos que las personas que en algún momento nos han prestado apoyo sientan que somos una carga, y mucho menos que estamos ahí para que nos regalen. Lo que realmente queremos es un estatus legal para poder arrancar y hacer nuestra vida», dice Jesús.

Con todo, las cifras evidencian el absoluto colapso, denunciado desde hace tiempo por las ONG, del sistema de asilo en España: según los últimos datos del Ministerio del Interior, 93.399 personas lo han solicitado hasta el 31 de octubre.

Casi la mitad (41.510) se han registrado en la Comunidad de Madrid, a la que sigue, pero muy de lejos, Cataluña, con 11.335 (la mayor parte en Barcelona, con 9.952), Andalucía (8.373) y la Comunidad Valenciana (5.550).

La inmensa mayoría de solicitudes procede de venezolanos (32.307) que, además, acaban siendo denegadas; sin embargo, el Gobierno concedió en marzo a los originarios de este país cuya petición haya sido rechazada un permiso de residencia y de trabajo por razones humanitarias de un año prorrogable por otro más.

Mientras llega esa resolución definitiva, que según organizaciones de atención a refugiados se puede demorar incluso dos años, cualquier proceso de devolución, expulsión o extradición queda suspendido.

Jesús y Rubén eligieron España para «huir» de Venezuela, además de por los conflictos en los países limítrofes de Latinoamérica, por la facilidad del idioma, por lo «abierto» que es en materia de derechos y libertades para gais, lesbianas, transexuales y bisexuales.

«Tenemos ya 4 años de relación. La decisión de venirnos a España es por la aceptación de las relaciones del mismo sexo. Hemos visto este país como un trampolín para nosotros, para proyectar nuestra vida, para poder tener calidad de vida», comenta Jesús.

En Venezuela, un país «homófobo y machista» más allá de la situación «caótica y de alerta mundial» que atraviesa, empezaron «a ser perseguidos y denunciados por ser pareja del mismo género», además de ser rechazados por casi todos los miembros de sus respectivas familias.

Aunque frente al número 10 de la carrera de San Francisco «también han hecho familia y amigos».

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