Así lo pide la coautora de este cómic, Elizabeth Casillas, una novela gráfica, creada junto a Higinia Garay, en la que se da voz a cuatro mujeres salvadoreñas víctimas de ese sistema judicial que penaliza el aborto con la mayor de las condenas de su código penal, tanto si la mujer lo ha querido llevar a cabo por voluntad propia, como si ha sido por complicaciones obstetricias.
Mujeres, según cuenta Casillas, que en muchos de los casos sufren abortos naturales cuando su embarazo casi ha llegado a término, y es en el propio hospital donde se las denuncia cuando llegan y desde allí van directamente a la cárcel, donde comienzan a vivir otra segunda pesadilla.
O más bien muchas segundas pesadillas porque, según explica la coautora, al ser trasladadas desde el hospital a la prisión no pueden vivir «el duelo por la pérdida del bebé», ya que cuando llegan a la cárcel son mal vistas por el resto de presas.
Pero también porque cuando cumplen su condena pasan el resto de su vida ocultando que una vez abortaron, porque en El Salvador éste hecho es una de las «cosas peores vistas» por una sociedad que las discriminará hasta su último día.
Tanto es así que «no se sabe» cuántas mujeres hay encarceladas por este motivo.
Y esto es lo que vivieron Mariana, Cynthia, María Teresa y Elsi, las protagonistas de «Todas nosotras», esta obra publicada por Astiberri que forma parte de un proyecto más amplio iniciado por la ONG Mundubat, que desde el año 1988 está presente en El Salvador con diferentes propuestas de desarrollo local, participación ciudadana y defensa de los derechos de las mujeres.
Cuatro salvadoreñas que relatan su experiencia como si de una sola voz se tratara porque todas tienen el mismo patrón: mujeres empobrecidas, con un bajo nivel educativo y sin ninguna posibilidad de poder acceder a una defensa legal «buena».
Aunque gracias a asociaciones como Mundubat, «Las 17 y más» o «TNT» cada vez son más las que logran salir adelante, consiguen reducir sus penas, incluso ser absueltas, y así pueden llevar una vida dentro de la normalidad.
Sin embargo, la voz más libre es la de María Teresa Rivera, que consiguió salir del país y luchar por los derechos de las mujeres salvadoreñas «desde fuera». En concreto, Rivera sufrió un aborto espontáneo en 2011 y la justicia salvadoreña la condenó a 40 años de prisión, aunque solo pasó cinco porque su caso fue revisado y Suecia accedió a refugiarla.
Por eso, en este cómic vemos cómo solo es ella la que habla abiertamente del «derecho a decidir» cuando se refiere al aborto, porque solo es ella la que tiene «absoluta libertad» para denunciar lo que les pasa a las mujeres en su país.
Según lamenta la coautora, pese a que este libro se pueda llegar a vender en las librerías de El Salvador, no cree que así sea. Aunque reconoce que lo «importante» es que estos relatos «se escuchen fuera del El Salvador», un país que tiene «complicado» que esta ley que condena a tantas mujeres sea revocada porque «pese a que los gobiernos cambien, la religión tiene mucho peso».
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