La especialista de Migraciones de Unicef España, Sara Collantes, opina que los problemas del centro de acogida de menores extranjeros no acompañados, situado en la Casa de Campo, tienen solución y señala algunos de los retos del sistema de protección de menores en la Comunidad de Madrid.
Collantes destaca la importancia de poner en marcha planes contra el racismo y crear espacios de encuentro en los que la gente pueda conocer quiénes son estos chicos, por qué están aquí, y cuáles son sus circunstancias.
DESCIENDEN LAS LLEGADAS DE MIGRANTES
«Es evidente que las restricciones a la movilidad y la situación social y económica generada por la covid-19 han tenido impacto en las llegadas generales del número de migrantes y refugiados a España, incluidos los niños», apunta la experta.
Sin embargo, subraya, los problemas que llevan a las personas a migrar, también a los menores, no se están reduciendo, sino todo lo contrario porque hay una crisis económica global, que impacta con especial fuerza en las sociedades menos desarrolladas y más frágiles.
Las llegadas de refugiados y migrantes indocumentados que han cruzado el mar Mediterráneo o las fronteras de Ceuta y Melilla han descendido un 50 por ciento entre 2018 y 2019 y han caído un 50 por ciento en lo que va de año en comparación con el mismo periodo del año anterior, indican a Efe fuentes del Ministerio del Interior.
En estos descensos, agregan las mismas fuentes, «influyen muchos factores, entre ellos el trabajo de fondo realizado por el Ministerio del Interior, que pasa por el refuerzo de la coordinación de todos los actores implicados pero también por impulsar y reforzar el trabajo en origen».
El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, lleva desde junio de 2018 reforzando esa cooperación en origen, viajando en varias ocasiones a Marruecos, así como a Argelia, Mauritania, Senegal, Guinea Conakry, Gambia, Ghana y Costa de Marfil.
EL SISTEMA DE PROTECCIÓN, SOBRECARGADO
Según la especialista de Unicef España, «el sistema de protección de la infancia está sobrecargado y no cuenta con los medios suficientes, ni es capaz de atender necesidades específicas».
Además, explica, las leyes migratorias interfieren y no facilitan la integración plena de estos chicos, ya que la inmensa mayoría sale del sistema cuando cumple 18 años, sin que el sistema de protección haya podido ofrecerles una adecuada y progresiva adaptación y habilidades para una vida autónoma.
«Si no se completan adecuadamente estos procesos, los niños que salen del sistema de protección, migrantes o nacionales, quedan muy expuestos a la marginación social», resalta.
Desde su punto de vista, el sistema de protección debe contar «con los medios suficientes» para favorecer su integración social, educativa y laboral.
HOGARES CON POCAS PLAZAS
Los problemas que surgen en torno a los centros de protección tienen causas conocidas y se pueden solucionar, afirma Collantes, al ser preguntada por las protestas de los vecinos de Casa de Campo y Batán por «la oleada de violencia» ligada al centro de acogida de menores extranjeros no acompañados, situado en la Casa de Campo.
Desde hace mucho tiempo, Unicef pide que se opte por hogares pequeños, con pocas plazas. Así es más fácil que se generen vínculos afectivos y que se pueda hacer una intervención individualizada y eficaz, que ayude a los chicos a elaborar traumas vividos, encauzar un proyecto de vida y sentirse parte de un entorno que le ofrece seguridad y oportunidades.
Los grandes centros de protección, masificados y con personal escaso, impiden la intervención adecuada con los chicos que se encuentran en ellos, lo que genera frustración y percepción de falta de perspectivas de futuro, asegura.
Estos niños y jóvenes están solos, luchan por sobrevivir, no tienen apoyos, no cuentan con referentes afectivos adultos, tienen miedo, muchas veces, no disponen de información básica en su propia lengua sobre su situación o cómo funciona la sociedad a la que han llegado, y son frecuentemente manipulados y usados por adultos o redes.
La experta de Unicef sostiene que «la seguridad ciudadana es un valor social que hay que defender, pero no se consigue únicamente con un enfoque punitivo».
«No se trata solo de tenerlos ocupados, sino de hacer una apuesta real por su proyecto de vida, su integración exitosa y sin fecha de caducidad. De lo contrario, les estamos empujando a la más absoluta marginación social», recalca.
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