Martel salió de Canarias rumbo a Yemen el 3 de marzo, once días antes de que España entrara en estado de alarma para intentar combatir la epidemia de la covid-19.
La lanzaroteña llegaba a un país en guerra desde hace cinco años donde, según la Agencia de la ONU para los refugiados, Acnur, el 81 % de la población requiere de la ayuda humanitaria, 20 millones de personas padecen inseguridad alimentaria y cuatro millones se han visto desplazadas de sus hogares.
No era la primera vez que Cristina Martel se ponía el chaleco de MSF, antes había estado de misión durante seis meses en Kirguistán, aunque su compromiso social la ha hecho viajar varias veces a la zona del Sahel, donde desarrolla un proyecto personal de cooperación con Burkina Faso.
«Me propusieron Yemen y no lo dudé porque lo que quiero es trabajar, ayudar y estar donde se necesite», explica la enfermera a Efe en una conversación por Skype.
La joven se instaló en la gobernación de Ibb, un territorio del único estado republicano de la península arábiga con casi tres millones de personas; «no es primera línea de guerra, pero padece los daños colaterales, con la llegada de personas que han huido del conflicto», explica.
MSF dirige en la zona un centro de tratamiento de cólera y apoya al Hospital General Naser, donde desde 2018 la ONG coordina la sala de emergencias y la de aislamiento, además han ayudado a la creación del centro Al Sahul para el tratamiento de enfermos con covid-19, en un edificio universitario que la guerra dejó a medias.
«No me esperaba llegar a un proyecto covid-19, pero debido a la situación que se está produciendo en la zona por la pandemia hemos tenido que apoyar al Ministerio de Salud a realizar un centro de tratamiento del coronavirus», cuenta.
La cooperante explica que una de las principales dificultades que se están encontrando en la zona en la lucha contra el virus es el miedo de la población a acudir a los centros sanitarios, pues «se ha extendido el rumor de que una inyección letal los mata en el hospital y eso hace que, en todos los hospitales, incluso en el de cólera, haya menos pacientes por miedo a venir».
Esta situación supone, continúa explicando, «un problema muy grande porque los pacientes vienen muy asustados, en un estado avanzado de la enfermedad, con dificultad respiratoria severa y necesidad de oxígeno a altas concentraciones». Y añade: «hay mucha gente que está muriendo en casa por miedo a acudir al hospital».
El número oficial de casos confirmados de covid apenas supera los 1.760 en Yemen, pero se calcula que la pandemia azota con mucha mayor virulencia al país, aunque la falta de test dificulta asegurar el alcance real de la pandemia.
«Si es un problema muy grande a nivel mundial, imagina en un país con tantas dificultades y con un sistema sanitario tan frágil donde conseguir oxígeno es todo un reto», apunta la enfermera.
Durante la época más crítica de la covid-19 en el país, comenzaron a fabricar unas pantallas protectoras con portafolios similares a las que se realizan en España. La idea llegó a Yemen y «gracias a ellas nos protegemos bastante y podemos alargar lo máximo posible las mascarillas porque aquí escasean», apunta.
El trabajo de Cristina Martel es el de enfermera supervisora del grupo de enfermería y del de educación de la salud. «Tenemos un equipo de enfermería en el centro de cólera, otro en el de emergencia del hospital y un enfermero, un médico y un logista en el centro de covid-19», especifica.
Ibb, donde trabaja esta cooperante canaria, vive los efectos colaterales del conflicto de Yemen con la llegada de miles de desplazados que huyen de la guerra. Precisamente uno de los retos del equipo de MSF está, cuenta la enfermera, en «los llamados campos marginados, con mucha gente desplazada y con unas viviendas con unas condiciones pésimas, con estructuras muy pobres y primarias».
Eloy Vera