El Magistrado de la Sala de Familia de la Audiencia Provincial de Barcelona, Ortuño rescata en el libro casos reales de los que ha sido espectador privilegiado a lo largo de su carrera, reflexiona sobre las dificultades de asumir los cambios en la cultura de familia y analiza posibilidades legales y judiciales.
Que se olviden de los hijos
«A muchos acabo diciéndoles: olvídese usted de sus hijos; le quedan muchos años de vida; no se amargue», apunta en una entrevista con Efe en la que repasa el sufrimiento y la desorientación de muchos padres. La mayoría de estos conflictos, sin embargo, no llega a los juzgados; se mantienen en silencio y se ocultan por vergüenza, incluso a la familia más cercana. Ortuño tampoco quiere que acaben en los tribunales, donde los casos, advierte, pueden eternizarse.
La demanda es la declaración de guerra
Defensor de la mediación, recuerda siempre que «una demanda es una declaración de guerra», por lo que «hay que pensárselo mucho antes de acudir al juzgado». «El juez no es un psicólogo. La función judicial es analizar qué dicen las partes y, según las pruebas que aporten, dictar una resolución» que, en no pocas ocasiones, llega tarde.
Los abuelos, apunta como ejemplo, tienen derecho a pasar tiempo con los nietos, pero demandar a un hijo para reclamar ese tiempo es «ineficaz»: cuando el juez lo reconozca, el niño habrá crecido y no tendrá vínculo con los abuelos. Tampoco va a conseguir rápida solución la madre que acude al juzgado porque necesita dinero para cubrir los gastos de la residencia, apunta este magistrado recordando que los padres están obligados legalmente a «dar alimentos» a los hijos, pero estos también a los padres.
Un caso de una hija divorciada que vuelve a casa
En «Hijos ingratos» Ortuño analiza desde el caso de una hija divorciada que regresa a casa de los progenitores y «exige» que le den ya su parte de la herencia, al de un hijo que intenta impugnar el testamento de su madre tras años desaparecido de su vida, o el del padre que se va voluntariamente a una residencia para no «molestar» y acaba suicidándose.
Abandono de padres durante el confinamiento
Durante el confinamiento y en la desescalada no pocos padres se han sentido abandonados y han pensado replantearse el testamento, volviendo a colocar encima de la mesa el debate sobre la «légítima»: el derecho que en la mayor parte del país tienen los descendientes a heredar dos tercios de los bienes. «La legítima es muy ‘typical spanish’; en otros países se echan las manos a la cabeza cuando la conocen», apunta Ortuño.
Solo si se demuestra que el hijo ha negado la asistencia alimentaria al padre sin motivo o le ha maltratado de obra o le ha injuriado gravemente de palabra cabe la opción de borrar esa legítima, aunque el magistrado recuerda que el Tribunal Supremo ha interpretado la legislación vigente para amprar nuevos casos, como el maltrato psicológico. Ortuño dedica el libro a los trabajadores y educadores sociales, a los psicólogos de familia que apoyan muchas veces desde servicios municipales a quienes se ven golpeados en la madurez con la incomprensión de los hijos.
Y lamenta de nuevo la falta de una cultura de la mediación: «En España el monopolio de la gestión de los conflictos es el de los abogados».
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