«Son personas con estudios y muchas capacidades que lo primero que hicieron al llegar fue preguntar cuándo podrían empezar a trabajar», explica, en una entrevista con Efe, Daniel Ibarz, presidente de la Fundación Bayt al-Thaqafa, que acoge a 13 de los 136 refugiados afganos que han llegado a Cataluña y que «están en estado de ‘shock'».
Ibarz ha asegurado que acompañarán a estas personas durante todo el proceso, además de suministrarles todos los servicios básicos y asistencia psicológica si es necesaria, y ha recalcado que «tienen derecho de una vivienda y acompañamiento legal por el mero hecho de ser refugiados», servicios de los que podrán disfrutar hasta que se resuelva la solicitud de asilo.
La organización ha estado durante estos días en contacto permanente con la Secretaría de Estado de Migraciones, que es conocedora de las camas libres que tienen las organizaciones en todo momento y se encargaba de comunicar las personas asignadas a cada una de ellas.
Personal de la fundación se desplazó hasta la base aérea de Torrejón de Ardoz (Madrid), donde se instaló el campamento para la acogida de refugiados, e hicieron entrevistas a estas personas para seleccionar cuáles serían las 13 que acogerían, a las que trasladaron a Barcelona en un minibús.
Una de las primeras preguntas que hicieron los refugiados al llegar a Barcelona es cuándo podrían empezar a trabajar ya que, según cuenta el propio Ibarz, «son gente con estudios y muchas capacidades, que están dispuestas a ponerse manos a la obra cuanto antes».
Sin embargo, no podrán empezar a trabajar hasta pasados seis meses de la entrevista con la Policía, un tiempo que desde la fundación aprovechan para convalidar los títulos universitarios con los que muchos de ellos cuentan y enseñarles catalán y español, un idioma que ya hablan dos de las personas acogidas.
Durante estos primeros días la psicóloga de la fundación se está encargando de realizar una evaluación de estas personas que se han visto obligadas a dejar su país sin llevarse nada consigo y están en una situación de «‘shock’ absoluto», algo puede agravarse a medida que pasen las semanas y meses por la tensión de no tener noticias de su familia y amigos.
«Están todo el día enganchados al móvil viendo una bomba aquí y otra allá, si el primo ha muerto o desaparecido, acumulando mucha tensión por todo lo que está ocurriendo en su país», lamenta el presidente de Bayt al-Thaqafa.
Las 13 personas acogidas por esta fundación, que ya tenía acogidos a tres individuos procedentes de Afganistán antes de que se precipitasen los acontecimientos, tienen entre 25 y 45 años y la mayoría forman parte de una familia numerosa.
Han sido colocadas en piso, algo que no es habitual en estos casos, ya que los recursos con los que habitualmente se cuenta son albergues.
«Piensan que en España todo el mundo está muy contento de que hayan llegado y quieren que se les acoja», cuenta Ibarz, una sensación que es producto de lo bien que fueron recibidos y acogidos en un primer momento y a que la mayoría de ellos han trabajado con el Gobierno español durante la presencia de las tropas en Afganistán.
Han tenido que explicarles que esto no es así y advertirles de «que hay una cosa que se llama islamofobia y que algunas personas pueden asociar su estética con la de terroristas y hacerles vivir algunos momentos de tensión».
Desde su llegada a Barcelona se han producido incluso algunos encuentros emotivos, y es que dos hermanos acogidos por la fundación ya tenían a otro hermano viviendo en la ciudad que, al volver a verlos, confesó que no sabía si iban a poder venir o, siquiera, si iban a poder salir con vida de Afganistán.
Nestor Baez