Tras años peleando por conseguir buenos márgenes con la explotación de los olivos y las aceitunas para dar forma a ese aceite que se extiende por países de medio mundo, los profesionales de este terreno han conseguido disfrutar de un pago realmente justo por su trabajo y su materia prima.
Materia prima de alta calidad que, en tiendas y supermercados, está empezando a alcanzar unos precios desorbitados. Las cifras no hacen más que subir y lo que está siendo una situación mejor para unos está siendo una situación peor para otros, para el consumidor final. Poco a poco, el aceite de oliva virgen extra está empezando a ser más y más prohibitivo. ¿Por qué? ¿A qué se debe este problema? A los intermediarios.
El gran problema del comercio de aceite de oliva está en su punto intermedio
Antes de ahondar en ello, es interesante echar un vistazo a cómo ha evolucionado el aceite de oliva en los últimos meses. Desde diciembre de 2020, el precio por 100 kg de aceite de oliva virgen extra ha pasado de ser de 251.275 euros a ser, en abril de 2021, de 303,26 euros. Esto, para cantidades más «de andar por casa», se traduce en que el kilogramo de aceite de oliva costaba 2,51 euros antes de acabar 2020 y, en abril de este mismo año, ya ha superado los 3 euros. Hablamos, por tanto, de una subida de más del 20% en tan solo cuatro meses.
Cierto es que parte de esto beneficia a los agricultores porque, como decíamos antes, por fin están empezando a cobrar el dinero que realmente corresponde tanto a su labor como a la calidad de la aceituna con la que trabajan. No obstante, la subida de beneficios para ellos apenas roza la subida de beneficios que están registrando los intermediarios. Estos están siendo los grandes beneficiados y los que más inflan los precios finales.
Y es que muchas grandes empresas están aprovechando la situación para inflar los precios y disfrutar de mayores márgenes. De hecho, se han registrado casos de supermercados e hipermercados que están vendiendo aceite de oliva normal, sin la categoría virgen extra, al mismo precio que se podría comprar este directamente en una cooperativa o en una almazara, sin ese factor intermedio del distribuidor/vendedor.
Hay casos concretos mucho más flagrantes. Casos de aceites de oliva vendidos a un precio de 4,99 euros el litro y que, en realidad, provienen de aceites refinados. Productos que no servían originalmente, pero que se tratan para que sean aptos para el consumo y se mezclan con un pequeño porcentaje de aceite de oliva virgen con el fin de poder colocar la etiqueta con la que justificar ese precio. Distan mucho de ser buenos alimentos, pero se venden como si lo fueran.
¿Cuál es la solución entonces?
No existe una solución clara y absoluta, porque es algo que requiere un análisis más profundo y la actuación de numerosas variables. No obstante, para el comprador final, es mucho más sencillo y, sobre todo barato, acudir directamente a comercializadores que trabajen con su propio aceite. En España tenemos casos bastante interesantes, como el de Oliberia, que vende aceite de jaen por internet, traído directamente de las almazaras y sin componentes adicionales ni alteraciones como las que se ven en muchos supermercados.
Tiendas online que tratan directamente con los productores y reducen sus márgenes de ganancias como distribuidores para garantizar el máximo beneficio a los agricultores y el precio más ajustado a los compradores. Por poner un ejemplo, venden paquetes de tres garrafas de aceite con los que el litro sale a un precio de 4,33 euros. Por debajo de esos casi 5 euros antes mencionados y con una calidad que demuestra que sí es aceite de oliva virgen extra, no algo adulterado.
Empezar acudiendo a este tipo de medios para comprarlo es una buena forma de empezar a demostrar el interés por un cambio. Son todo ventajas, porque los agricultores no pierden nada y los compradores salen ganando. Al mismo tiempo, puede servir para dar un toque de atención a las grandes superficies que se lucran subiendo cifras y reduciendo la calidad del producto.
Una forma de empezar a construir un camino con el que intentar solucionar el actual problema del comercio de aceite en nuestro país, que no es más que esa capa intermedia que lo enturbia. Alternativas hay, como es el caso de Oliberia, como también muchas herramientas y medios para conseguir que los precios se regulen y el mercado se equilibre. No obstante, actualmente no parece que vaya a seguir esa senda salvo que se empiecen a poner en marcha soluciones. El aceite se está disparando.
Judith Smith