Una tesis doctoral defendida en la Universidad Pública de Navarra compara las vivencias de una madre que sufre la pérdida perinatal espontánea de su bebé con las consecuencias que desencadena un ciclón tropical.
En ambos casos, dice la enfermera Sara Furtado, se produce «un efecto devastador» que deja «desolación a su paso», y precisa que la respuesta emocional ante la pérdida de un bebé no depende tanto del tiempo de gestación, sino de otros factores como las experiencias previas, la edad de la gestante, el tipo de fecundación o el significado que tenía para la madre el embarazo.
Para la investigación, Furtado ha empleado una analogía entre este fenómeno y los ciclones tropicales ya que “ambos son fenómenos que irrumpen con fuerza y de manera inesperada rompiendo el equilibrio existente, provocan, a su vez, nuevas pérdidas asociadas porque el contexto y el entorno se ven afectados como en una onda expansiva’ y, finalmente, dejan un silencio a su paso, como si el no nombrar» lo ocurrido y sus consecuencias evitaran el sufrimiento.
En su tesis, Furtado se planteó como objetivos conocer qué supone la pérdida del bebé, qué elementos facilitaron o dificultaron la expresión emocional de las mujeres tras esa pérdida, de qué manera los entornos de estas mujeres se vieron afectados y qué estrategias podrían incorporarse para mejorar el cuidado de las mujeres que sufren una pérdida perinatal.
“De la misma manera que los ciclones dejan desolación la pérdida del bebé arrasó con la ilusión de las madres, sus planes de futuro e, incluso, una parte de sí mismas que estaba relacionada con la proyección que habían creado de su maternidad», afirma, y añade que por eso «la pérdida no solo afectó a su presente sino también a la vida futura que ellas habían imaginado con él”.
Del análisis de datos y entrevistas realizadas, la autora identifica siete fases y tres áreas de intervención que rodean a la mujer e influyen en sus vivencias de la pérdida perinatal.
Estas van desde la fase previa a la pérdida hasta la fase de secuelas físicas y psicológicas, pasando por la de impacto (momento del diagnóstico), emergencia (atención hospitalaria), alivio o luna de miel (regreso a casa), desilusión o inventario (tras los primeros días en casa cuando se hace palpable la realidad de la pérdida), y fase de reconstrucción y recuperación (elaboración del duelo).
Furtado establece además tres áreas de intervención, empezando por la de salvamento o zona caliente, relacionada con la familia más cercana y donde se encuentra el punto de impacto y donde la desestructuración del sistema es máxima porque «la mujer que pierde al bebé representa el elemento central de la pérdida, pero su pareja, los hermanos, abuelos y entorno del bebé fallecido también resultan afectadas por el fenómeno”.
En segundo lugar sitúa el área de socorro o zona templada, conocida también como zona segura, representada por los profesionales sanitarios durante el diagnóstico y la atención posterior a la mujer”, y en tercer lugar el área base o zona fría, representada por la sociedad y donde se originan los apoyos disponibles pero también donde hay un silencio social antes una pérdida perinatal y una falta de protocolos para apoyar a estas madres en duelo.
La autora de la tesis considera que los resultados “podrían ser utilizados como base teórica para los profesionales sanitarios a la hora de contemplar un cuidado individualizado de las mujeres en proceso de pérdida, así como una llamada de atención para la sociedad a la hora de visibilizar y proporcionar apoyo al duelo perinatal”.
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