Juana Rivas, a quien la Audiencia de Granada ha suspendido la pena privativa de libertad que todavía tenía pendiente tras recibir el indulto parcial, quiere que su batalla judicial sirva para algo y siente que le han «desatado las alas» para seguir luchando, dice, por que un día sus hijos vivan con su madre «en paz».
En una entrevista con EFE, la primera que concede tras conocerse la resolución judicial, Rivas se ha referido a «tantas madres que están sufriendo» para considerar que el desenlace de su causa es «un paso para todos: Porque los niños serán los hombres del futuro y esto es una lucha de amor hacia hombres y mujeres. No hay nada en contra de nadie».
Sus declaraciones se producen después de que la Audiencia de Granada haya acordado este miércoles suspender la pena privativa de libertad que, tras recibir un indulto parcial del Gobierno, aún tenía pendiente de cumplir esta vecina de Maracena (Granada) por la sustracción de menores a la que fue condenada al desaparecer durante un mes del verano de 2017 con sus dos hijos para no entregarlos a su expareja, el italiano Francesco Arcuri.
El tribunal ha tomado esa decisión con la condición de que no delinca en los próximos tres años y de que participe en programas de parentalidad positiva.
Rivas dice estar «muy emocionada y contenta», sobre todo por sus dos hijos, aunque el pequeño no ha llegado a conocer la condena: «Un día se lo contaré», manifiesta sobre una causa en la que «siempre» supo que no podía perder la esperanza, aunque hubiera días de «enfado», y en la que nunca abandonó la «confianza en la justicia».
Juana quiere creer que falta «muy poquito» camino que recorrer por la igualdad, y que su caso de «casi seis años de lucha», tanto la «visible» como la «invisible», le han demostrado que «en cualquier momento puede cambiar todo».
Y hoy se ha dado a su juicio «un paso muy grande» que agradece a sus abogados y a la gente que le ha apoyado y le ha levantado el ánimo durante este tiempo: «El momento más oscuro de la noche está justo antes del amanecer», señala.
Juana sostiene que aunque «ha sido duro llegar hasta aquí», su caso solo acabará cuando acabe el «sufrimiento de tantas madres» que pasan por circunstancias similares.
«Siento que me desatan un poco las alas para seguir luchando por lo más importante, que desde el minuto uno ha sido luchar para que un día mis hijos puedan estar aquí con su madre y viviendo en paz. Yo soy la persona que les puede dar eso que ellos necesitan y no voy a parar», ha declarado.
La suspensión de la condena permitirá a Juana Rivas viajar cuando quiera a Italia para ver a sus hijos, que residen allí junto a su padre después de que un tribunal italiano le concediera la custodia en exclusiva de los dos hijos de ambos, aunque con un régimen de visitas fijado para la madre.
Hasta el próximo verano no tenía previsto volver a verlos, pero ahora «se ha abierto una ventana en el cielo» y en breve se desplazará hasta allí.
Por su parte, Francisca Granados, asesora jurídica del Centro de la Mujer de Maracena (Granada), ha relatado a EFE que en este camino, la resolución de la Audiencia de Granada es «un paso importante pero no el último» porque aún «queda camino que recorrer».
«La violencia de género es una realidad que puede ser mejorada pero legalmente tenemos normas para que lo que ha ocurrido en este caso no tuviera que haber ocurrido, y ésa es la gran tarea que nos queda pendiente», ha dicho.
Juana Rivas estuvo un mes en paradero desconocido junto a sus dos hijos con el argumento de protegerlos frente a su expareja y padre de los niños, el italiano Francesco Arcuri, quien en el 2009 fue condenado por lesionarla y al que ella volvió a denunciar por maltrato en el 2016.
En los últimos años la batalla judicial de Rivas se ha mantenido en distintos órganos judiciales, también por cuestiones de competencia, tanto de la jurisdicción de España como en la de Italia.
Los niños residen con el padre en el municipio italiano de Carloforte, en la isla de San Pietro, en el sur de Cerdeña, desde agosto de 2017, cuando Rivas finalmente acató la orden judicial en España que la obligaba a entregárselos al padre.