Lluís Mengual (Barcelona, 1995) reconoce que no esperaba “para nada” convertirse en ganador de este concurso de talentos, pero lo cierto es que conquistó este martes al jurado y a la modelo Eugenia Silva, invitada del programa, con un diseño inspirado en la historia del cisne negro para la prueba final, un homenaje a Giorgio Armani.
Dice que ha vivido su segunda experiencia en «Maestros de la costura» de forma “más relajada” y también “disfrutando el proceso”, durante un total de diez capítulos en los que ha protagonizado desde encontronazos con el miembro del jurado Lorenzo Caprile a otros divertidos y emotivos, como la visita de su madre.
“Entré por diversión y para demostrar lo que sabía hacer. Lo más bonito ha sido vivir el ciclo de principio a fin”, dice el catalán, que ha ganado el maniquí de oro además de un curso en formación especializada de Diseño de Moda en el Centro Superior de Moda de Madrid (Universidad Politécnica) y 50.000 euros en metálico.
“El premio lo voy a invertir en mi marca, en darle un empujón. Para los jóvenes es difícil crecer porque no disponemos de recursos y nos toca trabajar para otros”, explica Mengual, que tiene claro que, aunque seguirá formándose en moda, destinará el premio en consolidar su firma “cueste lo que cueste”, haciéndose un hueco en la industria como diseñador.
Sus referentes son tan clásicos como emblemáticos: Chanel, Dior o Balenciaga, y aunque no se considera mitómano, sí admira esa forma de realizar el trabajo a la antigua osanza. “Eran modistos que sabían lo que querían y hacían de todo: sabían trabajar tejidos, cortarlos, hacer arreglos, patronar y realizar prendas de cero” desgrana el ganador.
Es precisamente esa capacidad de crear un propio método de costura lo que más seduce al modisto. “Crearon siluetas y métodos que se siguen replicando a día de hoy”, dice Mengual, que como patronista industrial realiza sus trabajos sobre plano para rematarlos con la técnica del “moulage”, es decir, trabajando la silueta de la prenda sobre el maniquí.
“Leo mucho sobre métodos de los años treinta y hago un poco el mío propio, rematando las siluetas exageradas sobre el maniquí” dice el catalán, que se define como “metódico” y cuya vocación es el interiorismo: “mi sueño frustrado es ser interiorista, me iría antes a por un mueble antiguo que a por una tela, tengo devoción”.
Ahora tiene claro que el próximo paso es el de confeccionar colecciones para consolidar así su firma e identidad, además de darse a conocer. «Tengo que crecer y es lo que toca. Aunque mi verdadero sueño es tener mi propio taller donde recibir clientes y hacer a medida, me pasaría la vida haciendo eso”, reconoce.
“El modisto nunca es un trabajador para el cliente, porque se convierte en amigo: mima al cliente, lo entiende, saca lo mejor de él y vive el proceso de crear la prenda a medida”, explica el ganador sobre la que considera la parte más bonita de la profesión de modisto. EFE