De no haber ido nunca a un mercadillo, a coger el autobús. La empresaria y colaboradora que lomanizó el panorama rosa se proletariza. Con gafas de sol y gorro oscuro, Carmen Lomana pierde el miedo al dinero-cash para pagar el euro cincuenta que cuesta el billete. A las tres de la tarde, y con el Paseo de la Castellana rezumando oficinistas a la caza del menú del día, Lomana tomó la línea 150 que cruza la arteria principal de la capital.
Con el vehículo lleno de viajeros y en un ágil regate, la presentadora consiguió asirse a una de las barras, donde dejó ver sus manos tapadas por unos aparentes guantes de látex color beige con los dedos cortados. Una prenda que podría revelar que se está realizando un tratamiento estético, según fuentes de una clínica estética de la capital. Aseguran que la mayoría de los clientes suelen tratarse las manchas del rostro con sistema láser, pero dejan olvidadas a las grandes chivatas de la edad, las manos.
Carmen Lomana no tardó en conseguir uno de los cotizados asientos del vehículo en la parte de gallinero, sobre el que, aunque de espaldas, continuó el viaje.
No es la primera vez que la empresaria pisa asfalto para adentrarse en las costumbres mundanas. Hace a penas un año, Lomana aprovechó las rebajas de verano para darse una vuelta por las tiendas, aunque de la milla de oro madrileña y más concretamente, Channel.
Acostumbrada a destilar glamour por donde pisa, también sorprendió el pasado mes de marzo de paseo por Madrid sin pasar por peluquería, pero Prada en mano.
A punto de cumplir los 66 años, Carmen Lomana es una de las embajadoras que mejor pasea la marca España del estilo de evento en evento. Pasada la primera impresión de frivolidad que dio con sus primeras apariciones en 2009, hoy es uno de los personajes de la jet set más estimados del país.