Nunca me ha gustado Pedro Almodóvar. Por excesivo. También reconozco que si me interesa su trabajo como director de sus ya 17 largometrajes. Su labor de guionista, como es, una vez más en Los abrazos rotos, no. Por excesivo. Y uno tiende a decirlo con reticencias dado que su primer Oscar de los dos que tiene, fue por guionista.
Pero en fin. Y también me interesa del cineasta todo hay que decirlo por su capacidad para que hablen/hablemos de el, aunque sea bien parafraseándole a Valle-Inclán. Todo un mérito en este país en el que funciona lo que es políticamente correcto.
Esta película, Los abrazos rotos, es una combinación de comedia y melodrama lacrimógeno. Es que al guionista le puede el esperpento y disfruta con las actitudes surrealistas. Todo lo que cuenta es absolutamente absurdo.
Es cine dentro de cine. Pretendía contar una metáfora de la vida y se convierte en un autohomenaje. Como es esa frase con la que termina la película: Las películas hay que terminarlas, aunque sea a ciegas. Y así es se pierde entre los retruécanos.
Es una serie de retazos troceados, parpadeos que ni van ni vienen a ninguna parte. Las historias, la principal y las secundarias son parches sobre un pésimo guión argumental, incluso algunas cosas son auténticas jilipolleces.
Eso si tiene momentos sublimes, para mí los más excelsos son los de José Luis Gómez y Lola Dueñas( la mejor chica Almodovar) cuando leen un copión de la película que interpreta Penélope Cruz. Digo bien leen, están leyendo, los labios de la actriz para saber lo que hace en la película y en la vida ya que es la mujer del productor que sospecha que se entiende con el director, con Lluís Homar.
son la descripción de la vida y la muerte de un proceso creativo. Parece ser que es un acto artístico que ve y se queda ciego. Pero con la idea inicial no ha sabido por donde empezar a contar y menos por donde terminarla.
Menos mal que en la película sale Penélope Cruz, cuando está ella no se aburre uno. ¡Está tan guapa! y uno sale de de las nubes el las que está bailando por Peteneras ya que al director se le va la olla, no se ha centrado en lo que tiene que centrarse, que es desarrollar la narración con los actores. Y no tiene capacidad para focalizar lo que es importante.
A Pedro Almodóvar se le quiere o se le odia por su cine y por los derivados del mismo en el que se mueve. No hay que darle importancia, siempre hace la misma película, darle transcendencia, sus películas son para pasar el rato (¡sólo es cine!) nada más y menos y hay que olvidarle, olvidar Los abrazos rotos en los siguientes cinco minutos de haberla visto.