Parafraseándole a Baudelaire y su definición que pedía ser absolutamente modernos la pintora fue absolutamente brasileña además de moderna tal como corresponde a la época en la que le tocó vivir. Y por eso la exposición de la Fundación Juan March en su sede de Madrid resulta interesante. Y por pintora también ¡hay tan pocas que expongan! Y por Latinoamericana ¡hay tan pocos que expongan en España!
Tarsila do Amaral (1886-1973) fue un genuino representante femenino de la intelectualidad americana. Provenía de la alta burguesía, fue cosmopolita, arruinada su familia y ella misma por el crash del 29, radicalizada, influenciada por el arte oficial soviético de los años treinta como es su cuadro Operarios (1923) que cierra esta muestra. Cumplía con todos los requisitos tópicos de la modernidad moderna de entonces.
Aquí en la Fundación Juan March de Madrid presentan su etapa más original, la de los años veinte, y productiva, cuando funde, sin confundirse, el cubismo y el tropicalismo brasileño. Para hacerlo tuvo que pasar previamente por el Paris de entreguerras del siglo XX para entender la fuerza de su país de origen para resultar original. Ella, con estos mimbres, fundó la modernidad en Brasil, la expresa, con 35 piezas de la exposición.
En París pinta La negra (1923). Un desnudo sobre geometrías cubistas. Es el recuerdo lejano de un ama de cría que tuvo y le cuidó en la finca de su abuelo. Su pintura es la suma de del cubismo con Léger y el colonialismo artístico del Brasil como resulta su Autorretrato con abrigo rojo de referencias picasianas.
Igual le pasa a sus Palmeras de Tarsila que recuerdan al mismo tiempo que a los árboles tropicales los tubos de Léger y a las chimeneas industriales de los alrededores de París.
(1925) es una pintura que sigue la estela naïf del aduanero Rousseau. En la exposición de la Fundación Juan March el triunfo de sus cuadros está en la explosión del color como lenguaje de comunicación.
(1928) es la modernidad hecha color y sabor de la Latinoamérica más cálida y sensual, abiertamente sexual. Es un cuadro-sueño, una ensoñación hipnótica. Es una serie de lienzos hechos por Tarsila do Amaral que surgen desde el fondo onírico, musical y rítmico del trópico. De esta época son Distancia, El Sueño, Floresta, el Lago, Urutu. Y destaca A cuca (1924) con su marco (remarcado valga la redundancia) grueso, muy grueso, muy al gusto del país y el momento de aquel Brasil de aquella época.
Termina la exposición con Obreros (1931) ha viajado a Moscú y se ha comprometido políticamente, sufrirá por ello cárcel y exilio exterior. Es ya otra época, es ya otra forma de ver el mundo y es una vez más, la forma de compromiso intelectual de la artista con las desigualdades de su entorno, como lo hacen los otros intelectuales y artistas sudamericanos, sus contemporáneos.
Tarsila do Amaral rompe tabúes tópicos que no permitían la utilización de colores chillones(los que se utilizaban profusamente en su entorno vivencial). Rompe así con las trabas racistas de la clase blanca dominante retratando la realidad mestiza y negra del Brasil.
Su versión naïf, sencilla, de las playas, palmeras, campos y arrabales para los pobres es parte del compromiso de la artista con su pueblo. Su visión mágica (tropical por definición) es de síntesis entre el tropicalismo como conciencia local y la vieja Europa como hecho de progreso intelectual. Sobre todo en sus paisajes ( y Paisaje con touro, ambos de 1925) Sus casas son color, flou, son planas, sin volumen, como se pintaban en aquella tierra los bodegones y la imaginería religiosa. Ella fue la gran intérprete de aquello y lo renovó para el arte.