es una comedia fácil, para reír y olvidar los problemas cotidianos. Es puro entretenimiento, para pasar el rato. Algo que siempre se agradece.
La escribieron John Chapman y Ray Cooney en 1973. La estrenaron en el West End londinense. Y fue inmediatamente un éxito. Aquí en España es sobradamente conocida dado que durante trece años la representó por toda la geografía carpetovetónica el primer actor de comedia de los años ochenta que es Pedro Osinaga.
es un vodevil inglés. Como tal es disparatado, estrambótico, exagerado, picante, lleno de equívocos. Es, sobre todo, una comedia de enredo… jovial. Por eso el público se entrega a la situación. Les hace el juego a los actores y se ríe con ganas de las cosas que pasan. No se le puede pedir más a una obra que tiene como fin supremo divertir al personal.
Es teatro de sofá. Teatro de un escenario y una situación que se va disparatando a medida que pasa. En este mueble se sientan, en ese mueble se levantan, en este se aman las parejas que piensan en encontrar al amor de su vida.
Lo que encuentran es un equívoco detrás de otro que parece que se les va a escapar de las manos. No es así, en el vodevil inglés, en la comedia dulce las cosas siempre salen bien. Mientras en la habitación del escenario todo pasa en las intenciones sin conseguir materializarlas lo que da mucha risa y un poco de más acción por favor.
Como es un juego sustentado en que nada es lo que parece tiene que sustentarse en chistes, diálogos ágiles y, sobre todo, en los actores. Todo está bien engrasado y como ha venido a Madrid después de un año de gira por ‘provincias’ las cosas se desarrollan milimétricamente. Así todo fluye.
es de los actores. Sobre todo de Yolanda Arestegui. Está rápida, está ocurrente, está todo el tiempo presente. Ella es el todo y el foco de la acción definida por la directora, Pilar Massa, que antes de ser la responsable del montaje ha sido actriz. Se nota
Le acompañan ocho actores más que entran y salen constantemente como si de fluidos se trataran. Unos, los principales, se quedan más tiempo, los secundarios son efímeros. Todos son parte de la historia que parece es una red tejida para atraparnos.
Sobre todos ellos hay que citarle a Fernando Albizu que se deja llevar por los excesos. Su histrionismo en calzoncillos siempre funciona. Y es el mejor ejemplo del que es y no es al mismo tiempo.
Con él todos dicen que las infidelidades pueden ejercerse pero no ejecutarse. Por eso todos ellos se persiguen en una especie de ejercicio dialéctico de cuernos que no pueden materializarse dado que hay mucha gente en el escenario. Por eso todos se ríen, nos reímos, y cumplimos la máxima del entretenimiento, pasamos un estupendo rato y nos olvidamos de los problemas ¡Pues bueno!
Sé infiel y no mires con quién
De John Chapman y Ray Cooney
Directora: Pilar Massa
Intérpretes: Jesús Cisneros, Fernando Albizu, Antonio Vico, Aitor Legardón. Yolanda Arestegui. Isabel Gaudí, Encarna Gómez, Marta Flich, Érika Sanz
Teatro Rialto Myspace. Madrid