A menudo España se reduce a aforismos sin fundamento. José Ortega y Gasset dijo en una ocasión que Salvador de Madariaga era ‘tonto en tres idiomas’. A eso ha quedado reducido el intelectual coruñés. Algunos osados, como Francisco Umbral, un extraordinario caso de idioma sin ideas, elevaron la cifra a cinco idiomas. Quizás olviden o ignoren que Ortega, personaje iracundo, se moría de envidia porque las revistas de todo el mundo se pegaban por los trabajos de Madariaga mientras él era tan solo, y de momento, un españolito con influencias alemanas e ínfulas filosóficas.
Salvador de Madariaga es uno de los más grandes humanistas españoles. Políglota, pensador, novelista, historiador, político, lingüista, filántropo… dominaba un incontable número de disciplinas y, por encima de todo, escribía como los ángeles en, que yo sepa, español, inglés y francés. Por eso fue figura en Oxford, Cambridge, La Sorbona y muchísimas universidades norteamericanas.
, la biografía que escribió sobre el conquistador, es su obra maestra. Es un libro profundo y serio, magníficamente documentado –con especial colaboración de la Biblioteca Bodoleiana de Oxford y la Biblioteca de Londres–, una gran obra histórica que, además, se lee con tanta facilidad como si se tratase de un libro de ficción. Pero no lo es.
Salvador de Madariaga en Hernán Cortés, aparte de contar la verdad histórica, siempre tan etérea, se empeña en acercarse a la figura del gran caudillo desde una neutralidad más o menos sincera. Escoge como compañero de camino a Bernal Díaz del Castillo, soldado que combatió a las órdenes de Cortés, para evitar los ataques injustos y descontextualizados que se suelen hacer sobre el ciudadano más universal de la extremeña Medellín: no fue un asesino ni un santo. Fue, simplemente, un hijo de su tiempo que llevó a cabo la mayor hazaña de la Edad Moderna.
Madariaga admira a Cortés, y aun así le critica cuando lo cree necesario. Pero no deja de decir que el conquistador fue un gran hombre que consiguió un imposible y que, como suele ocurrir en España, en vida no recibió los honores y recompensas que merecía. Madariaga, además, se acerca con clarividente psicología a los demás personajes de la Historia, como Moteczuma, Pedro de Alvarado o Diego Velázquez. El libro es un magnífico retablo de personajes, hechos y análisis que muestra, de manera definitiva, qué fue y qué supuso la conquista de México.
A Hernán Cortés se le ha tratado habitualmente con desdén, injusticia y desprecio. Pero, al margen de los juicios morales que hagamos, es indudable que fue un gran hombre. Sólo España puede prescindir de uno de sus grandes nombres con tranquilidad. Y México, buena hija de la madre patria, que desprecia la enorme capacidad humana, técnica y militar de un personaje que, entre otras cosas, hizo todo lo posible para evitar que se esclavizase o explotase a los indios. Cortés, como Madariaga, son parte de nuestra Historia más memorable. España, reducida a menudo a aforismos, sobrevive a pesar de olvidar sistemáticamente lo inolvidable.
Hernán Cortés
De Salvador de Madariaga
Espasa, 2008. 557pp. 36 euros
Biografía.