He aquí una idea que no exige mucha cavilación. Imagine el lector, si así lo desea, a Hillary Clinton enfrentando un complicado problema de política exterior. ¿Con quién lo discutirá primero, y de manera más concentrada: con su presidente o con su esposo? (Le dije al lector que esto no resultaría difícil de determinar). Aquí hay otra pregunta: ¿Fluctuará Hillary en sus decisiones sobre política exterior tomando en cuenta evaluaciones electorales focalizadas en el año 2012? Y si eso es así, ¿fluctuará en favor de los intereses del presidente Barack Obama o en favor de sus propios intereses?
La siguiente pregunta, y debo disculparme por adelantado por formular otra que no es difícil de responder, es la siguiente: ¿quién más se acercará a Bill Clinton cuando busque asesoramiento, consejo e input en asuntos exteriores?
Al parecer, si se examina la lista de donantes de la Fundación Clinton, no existe prácticamente un solo oligarca, una sola monarquía o un solo grupo de intereses especiales a nivel mundial que ignore cómo atraer la atención del ex presidente.
Por cierto, desde que la fundación aceptó divulgar sus previamente clientes ‘confidenciales’- en otras palabras, desde que eso fue un requisito para la nominación de la senadora Clinton como Secretaria de Estado – hemos descubierto de manera adicional que el ex presidente Clinton ha mantenido cálidas relaciones con un muy cuestionable hombre de negocios en Malasia y con otro, esta vez en Nigeria, que acostumbraba a mantener vínculos muy cercanos con la ultracorrupta dictadura militar de ese país.
El ejemplo nigeriano es especialmente instructivo. Gilbert Chagoury es un importante empresario que posee tierras y está involucrado en la industria de la construcción en Nigeria. Ha contribuído con entre uno y cinco millones de dólares a la fundación Clinton. También consiguió que Clinton obtuviera enormes honorarios por ofrecer conferencias en un evento caribeño. Y entregó una enorme suma durante la campaña de reelección de Bill Clinton en 1996. A cambio de esto, ha sido recibido en la Casa Blanca durante la época de Clinton y en fecha más reciente ha participado en eventos sociales patrocinados por Clinton en Nueva York y París.
Tal vez eso alivió las dificultades de Chagoury en la propia Nigeria.
Como amigo cercano del déspota uniformado general Sani Abacha, Chagoury se benefició con algunos negocios extremadamente lucrativos durante los años de la dictadura. Pero más tarde fue obligado, luego de una investigación de sus transacciones, a devolver unos 300 millones de dólares al tesoro nigeriano a cambio de un arreglo por el cual sus cuentas bancarias podían ser decongeladas. Aha, puede decir el lector, no hay evidencia alguna de un toma y daca en esta ocasión. (O, en otras palabras, Chagoury le dió una fortuna a Clinton porque él, también, quiere ‘pelear contra el sida’). Por supuesto, esto puede ser solamente un dinero sembrado para un toma y daca posterior que aún no se ha materializado. Y si Chagoury o cualquier otro alguna vez recibieron la impresión de que los Clinton darían algo a cambio del pago, es fácil ver cómo se llegó a esa idea. Yo escribí una columna en Slate en noviembre del 2008 sobre las investigaciones de los escándalos de las finanzas de la campaña de Clinton y los embustes que rodearon al perdón al millonario Marc Rich.
Pero una contribución a la fundación de Bill Clinton ¿le consigue a uno ingreso al círculo de influencia de la senadora Clinton, al menos en su capacidad política y oficial? Veamos. Un artículo del 4 de enero en The New York Times dice lo siguiente: ‘Un promotor inmobiliario del Norte de Nueva York donó 100.000 dólares a la fundación del ex presidente Bill Clinton en noviembre del 2004. Eso fue por la época en que la senadora Hillary Rodham Clinton ayudó a asegurar millones de dólares en asistencia federal para el proyecto de un centro comercial del promotor inmobiliario. La señora Clinton ayudó a promulgar legislación permitiendo al promotor, Robert J. Congel, el uso de bonos libres de impuestos para ayudar a financiar la construcción del complejo de diversiones y compras Destiny USA, una expansión del Carousel Center en Syracuse. La señora Clinton también ayudó a asegurar una cláusula en un proyecto de ley de construcción de una autopista que asigna cinco millones de dólares a fin de construir un camino para Destiny USA’.
¿Por qué alguien debería dudar, entonces, que en asuntos menores como también en los grandes, el antiguo slogan de la elección de 1992 todavía se mantiene verdadero? Como Bill lo señaló ese año, si usted votaba por él, usted conseguía ‘dos al precio de uno’. Lo que el país – y el mundo – han visto desde entonces es una leve variación del lema: ‘Compre uno, y consiga al otro gratis’.
El acuerdo alcanzado por el próximo gobierno de Barack Obama es que la lista de donantes a la Fundación Clinton será revisada una vez por año y que solamente las nuevas donaciones de estados extranjeros – la cual ya incluye una cantidad muy grande de los emiratos del golfo Pérsico – será revisada por los abogados del gobierno federal. ¿Cómo reaccionaríamos nosotros si leyésemos que esa fue la regla para el gobierno de Vladimir Putin, o el régimen en Alemania del ex canciller Gerhard Schroder?
Tengo en mi escritorio el informe de una promesa de donación por 100 millones de dólares a la Fundación Clinton por parte de un conjunto de empresas con sede en Vancouver y conocidas como el Lundin Group. El propósito aparente de esta contribución se halla redactado en los usuales vacuos términos de ‘economías locales sustentables’, especialmente en Africa. Todo lo que sé por cierto sobre el Lundin Group es que hace un montón de negocios en Sudán. Y todo lo que deseo preguntar – como tal vez algún senador podría desear preguntar – es ¿por qué ese inmenso interés corporativo simplemente no dona el dinero de manera directa, en vez de distribuirlo a través de las oficinas de un equipo dirigido por un ex presidente adicto al tráfico de influencias? ¿Qué suponen que están consiguiendo por su dinero esos y otros donantes? Un buen sentimiento? Esta es otra pregunta que se me acaba de ocurrir.
Por cierto, cesaré de insultar al lector con preguntas obvias, y le formularé una pregunta para la cual no tenemos respuesta obvia alguna. ¿Por qué, en primer lugar, está siendo nominada la senadora Clinton, la esposa del gran traficante de influencias? A cambio de dar la penosa impresión de que nuestro Departamento de Estado serán un destino atractivo para cabilderos y donantes, ¿qué es lo que estamos logrando exactamente? ¿George Marshall? ¿Dean Acheson? ¿Incluso Madeleine Albright? No, estamos consiguiendo una mujer notoriamente ambiciosa que hizo el ridículo al asegurar que había sido atacada por francotiradores en Bosnia, durante las primarias demócratas, y que carece de toda experiencia en política exterior, excepto lo que ha aprendido, de segunda mano, de un ex presidente llevado a juicio político, de un abogado expulsado del foro y de un arrendatario del dormitorio de Abraham Lincoln. Si el Senado aprueba la nominación de Hillary Rodham Clinton, habrá reforzado su reciente imagen como el parlamento de una quebrada república bananera que da su visto bueno a cualquier cosa. No es un comienzo especialmente bueno para esta era calificada de nueva y de valiente.