Es el momento de recordarle a Frank Lloyd Wright que murió hace cincuenta años. También se cumplen cincuenta años de la terminación de ‘su’ Museo Guggenheim de Nueva York que el no pudo ver terminado por unos pocos meses.
Frank Lloyd Wright (1867-1959) fue un pionero de la arquitectura moderna que rompió con los estilos neoclasicismos y victorianos que imperaban cuando empezó (montó su propio estudio en 1893) en el siglo XIX. El se decantó por una arquitectura ‘orgánica’ tal como definió en su libro 0rganic Architecture (1939) la que es dictada directamente por el entorno natural en donde se construye.
Buscó que cada edificio tuviera su propio estilo en función de lo que se esperaba de él y de los materiales que se utilizaran para su construcción. Su maestría constructiva se desarrolló a lo largo de más de 70 años de los longevos 92 años que vivió.
Construyó en todo el mundo. Empezando por el Chicago de sus inicios como la Robie House (1909) o las que construyó en Buffalo, la Martin House o la Coonley House en el Riverside de Illinois.
Durante su vida fue un arquitecto muy famoso, una estrella de la arquitectura. Un pionero en todo lo que hizo, entre muchas cosas la utilización de la técnica constructiva con bloques de hormigón armado prefabricados, las instalaciones de aire acondicionado, la iluminación indirecta y los paneles para la calefacción interior.
Tenía reconocimiento internacional con obras como la Millard House de Pasadena, California, hecha en 1923. Y gracias a ella también sobrevivió a los fracasos de sus edificios como la Kaufmann House o Casa de la Cascada en el curso del río Bear Running, Pennsylvania, 1937. Hoy, paradójicamente, es un símbolo de la arquitectura universal.
Sus clientes no pudieron dormir nunca en ella por culpa del ruido ensordecedor de la cascada sobre la que está edificada. Sin embargo su planta, su identificación con el entorno, su construcción le convirtió en un icono de la arquitectura, al margen de cualquier función de utilidad.
Hoy convenientemente restaurada está abierta al público y en todo un monumento a las contradicciones de esta disciplina y del propio Frank Lloyd Wright.
Edificios famosos del arquitecto son la Johnson Wax Company Admistration Building en Racine Wisconsin que data de 1939, la First Unitarian Church en Madison Wisconsin de 1947 y el rascacielos Price Tower de Bartlesville en Oklahoma de 1953.
Hace cincuenta años se terminó su última obra, el Museo Salomón R. Guggenheim de Nueva York que con su planta helicoidal se convirtió en un hito en la arquitectura contemporánea.
El edifico puede describirse como una taza. Está en la Quinta Avenida, enfrente del Central Park.
Frank Lloyd Wright construyó uno de los edificios más sorprendentes del siglo XX. Entonces se inauguraba también un nuevo concento de edificio en el que competían los continentes con los contenidos que irían dentro como obras de arte.
Hoy este concepto es el habitual en los museos de nueva planta. Es parte del juego de las luchas y las contradicciones del Arte con mayúscula en el que se producen sumas de esfuerzos para ponerlo con mayúsculas.
La exposición inaugurada en el Museo Salomón R. Guggenheim de Nueva York en la primavera. Ahora se trasladará desde el 23 de Octubre al Museo Guggenheim de Bilbao construido por Frank Gerhy también por otro icono, este contemporáneo, de la arquitectura.
En Nueva York y en Bilbao se exponen 200 objetos, 63 proyectos, que dicen son los mejores de la producción del arquitecto que fue detallista hasta la exageración y puntilloso hasta la obsesión.
En esta puede verse como en 1943 le piden diseñe el Museo Salomón R. Guggenheim: ‘Construya un templo del espíritu, un monumento’. Fueron 16 años de obras que Frank Lloyd Wright no vio terminada, murió seis meses antes de quedar finalizado.
La taza que alberga a la planta expositiva se proyecta al exterior y es lo más bonito y característico del edificio. Fue concebida, y así lo manifiesta el arquitecto en los documentos de la exposición como un proyecto ‘en busca de un uso fluido del espacio’.
Buscó y lo encontró -añado yo- darle forma al exterior del edificio desde el interior y así potenciar su estilo desde la función para el que fue concebido. Al final resulta una espiral que va engordando en donde destacan las paredes curvas.
Además de los dibujos del propio Frank Lloyd Wright hay unas preciosas maquetas entre las que destaca la Herbert JacobsHouse de 1936.
Si la exposición se monta como en Nueva York habrá planos descompuestos que parecen flotan en el aire y tienen vida gracias a las animaciones digitales.
Los bocetos y dibujos que se muestran reflejan la meticulosidad y, sobre todo, la poderosa imaginación del arquitecto que supo aplicarla con soluciones audaces y originales a los proyectos que concibió.
Además se refleja el cuidado especial con que trató el entorno de sus edificios en donde era fundamental la relación con el medio ambiente. Así mismo se puede apreciar la magnificencia de sus edificaciones.
La exposición se concibió como un recorrido, casi, cronológica de su dilatada carrera. Y en ella destaca como fue el arquitecto más famoso de los de su tiempo y después ha sido olvidado. La exposición aspira a recuperarlo para la historia del Arte. Y hay que recordar los trabajaos, fatigas, éxitos y esfuerzos de aquel arquitecto que fue el gran pionero de la construcción artística.
Frank Lloyd Wright dijo: ‘Los edificios, como las personas, deben ser en primer lugar sinceros, deben ser auténticos, y, además, tan atractivos y bonitos como sea posible’. www.guggenheim.org