El paso definitivo hacia la novela moderna lo dio Miguel de Cervantes cuando creó a Don Quijote. Curioso que la influencia cervantina en la narrativa española no fue claramente palpable hasta bien entrado el siglo XIX, cuando Galdós cogió la senda del genial novelista del Siglo de Oro. En otros países, sobre todo en Gran Bretaña, la influencia del Quijote fue más temprana y fructífera.
Poca gente es consciente de la enorme calidad de la prosa inglesa del siglo XVIII, directamente heredera del humor y la narración cervantinas. Todo el mundo conoce Robinson Crusoe y, muy mala y fragmentariamente, Los viajes de Gulliver. Pero, aparte de Daniel Defoe y Jonathan Defoe -que escribieron algunas otras obras memorables como, respectivamente, MollFlanders y Cuento de una barrica– escritores como Samuel Richardson, Laurence Sterne y, sobre todo, Henry Fielding, elevaron la narrativa inglesa al lugar donde debía haberse situado la española.
Fielding alcanzó el cenit de su calidad literaria con Tom Jones, más conocida como película que como la excelente y divertidísima novela que es. Pero, en 1742, este autor nacido en Somerset dio un giro ‘modernísimo’ a la narrativa con la publicación de Joseph Andrews donde, junto a la también suya Shamela, parodió la Pamela de Richardson, quizás la novela más vendida en Inglaterra durante ese siglo, si exceptuamos, claro está las numerosas traducciones que se hicieron del Quijote.
es un chico humilde y guapísimo. Está enamorado de Fanny y, honrado a carta cabal, se quiere casar con ella. Pero su virtud se pone en peligro cuando Lady Booby–me ahorro la traducción– intenta seducirlo. Joseph huye y en el camino se encuentra con el párroco Adams, un inopinado religioso que hace del despiste, la excentricidad y la bondad su forma de ser. Más adelante se les unirá Fanny y los tres comenzarán un periplo por la geografía británica para ir, poco a poco, descubriendo los secretos que rodean al nacimiento del protagonista.
Hasta que uno no se enfrenta directamente con una de las obras de Swift, Sterne o Fielding no puede imaginarse lo contemporánea que resulta su manera de contar las cosas. Común a los tres es su manera irónica de enfrentarse a la realidad social, de satirizar la naturaleza humana. Pero el último es además un soberbio constructor de tramas sorprendentes, de enorme procacidad y desmesurada irreverencia y, sobre todo, un inigualado creador de personajes memorables que superan con mucho el simple arquetipo.
Como todo lo que escribió Henry Fielding, Joseph Andrews resulta de lectura obligada. Adams es una de las grandes creaciones literarias. Y, siempre en la línea cervantina, es una novela que entretiene, critica y hace reír. Sorprendente que estos autores no sean más conocidos en un tiempo tan necesitado de sonrisas como el nuestro.
Joseph Andrews
Henry Fielding
Editorial: Alfaguara, 2008. 456pp. 22,50 euros. http://www.alfaguara.santillana.es/libro/joseph-andrews/1301/