es un clásico de la literatura y del teatro. Y Calixto Bieito, el ya no tan niño terrible del teatro español, intenta reinventar el drama. Y lo consigue con bastantes aciertos y alguna que otra pifia. No importa, merece aplaudir el riesgo y escaparse de los lugares comunes que siempre son previsibles.
Don Carlos es definido por Marc Rosich coautor de la dramaturgia del poema dramático de Friedrich Von Schiller como ‘Misa pasodoble surrealista’ o más bien y más largo de ‘Cuitas y pesares de una familia española que sueña con realezas del pasado y miserias del presente’. Suena a boutade
Habrá que saltar por encima del ridículo lingüístico para quedarse con la definición del autor que definió su texto con sobre título de Don Carlos. Infante de España que fue estrenado en Mannheim en 1789 y ahora se ha rehecho para volverlo a llevarlo desde la España no tan negra de la leyenda a la ciudad alemana.
Schiller pretendió reflejar, en palabras de Rafael Cansinos-Assens: ‘ Pasión exaltada, canto a la libertad de los individuos y los pueblos, anatema a la tiranía política, un amor sincero y puro de dos almas inocentes y nobles en lucha contra un despotismo frío e insensible, incomprensivo, que al final los sacrifica a su voluntad soberana y cruel’.
Y sigue con su definición de la obra cumbre del romanticismo decimonónico: ‘Contrastes fuertemente marcados, episodios impresionantes, un suspense continuo y al final la muerte de dos almas generosas’.
La cita es larga y no necesita que se añada nada más sobre el sentido pretendido por el autor. Ahora toca decir que el director se ha empeñado en actualizar/modernizar al clásico y lo consigue.
El lugar donde ocurren las cosas es un invernadero en el que el Rey Felipe II. Los protagonistas son el padre y el hijo, el protagonista es este último, y el actor no está a la altura de las circunstancias que le piden.
Los demás si. Incluso Carlos Hipólito. Sorprende en el papel que le toca hacer. Sobrepasa con solvencia su reconocida capacidad de gran actor de teatro. Sale triunfante del envite en esta función en la que le piden (marca de la casa de Calixto Bieito) que sea más físico, más gestual, más visual que actoral.
Y el que está que se sale es el Marqués de Poza: Rafa Castejón. Con este papel de caramelo escrito por Schiller(alter ego del autor) humaniza el discurso libertario del alemán, el alegato por la justicia se comprende, la verdad y el derecho a la libertad se hacen próximos y directos.
Lo hace entendible, moderno y lo pone en la boca del escenario para que no quede reducido a un diálogo con el poder autoritario.
es un alegato y adaptarlo al teatro moderno no es fácil. Sin embargo aquí está conseguido. Los argumentos entrelazados se oyen. Los dos conflictos, el íntimo y familiar, y otro, el público y de alcance político universal, se ven. Igual que la suspicacia y el rencor del rey Felipe II. Está todo el tiempo vigilante y es quien desencadena todo el drama, es el principio y el fin.
Al final de la función sabemos que el romanticismo siempre creyó que la muerte es un acto redentor. Los postmodernos, y Calisto Bieito es un postmoderno, no lo tiene tan claro y por eso da a la función un tratamiento y unas formas expresionistas. Por eso Don Carlos, el hijo, es víctima. Sobre él cae el castigo sin piedad. Y la función fluye y se deja ver en una nueva lectura.
Don Carlos
De Friedrich Von Schiller
Dramaturgia de Marc Rosich y Calixto Bieito
Director: Calixto Bieito
Intérpretes: Begoña Alberdi, Angels Bassas, Rafa Castejón, Josep Ferrer, Carlos Hipólito, Dafnis Balduz, Vileta Pérez, Mingo Ràfols.
Teatro valle Inclán, hasta el 8 de Noviembre. www.cdn.mcu.es