A estas alturas, la literatura de Roberto Bolaño (Santiago de Chile-1953-Barcelona, 2003) no necesita presentación. Su novela póstuma, 2666, está considerada por la crítica su mejor obra, una ‘novela de novelas’ con la que el autor fue comparado con los grandes nombres de la literatura universal. En Estados Unidos, Los detectives salvajes, otra de sus obras más aplaudidas, estuvo en la lista de los diez mejores libros del año de algunos de los más prestigiosos medios. En los últimos años, se han publicado otras de sus obras de manera póstuma, como es el caso de La universidad desconocida o El Tercer Reich. Como suele ser habitual en estos casos, su muerte, en 2003, contribuyó a ampliar su fama literaria. Su producción cuentista ha pasado –al igual que sus orígenes como poeta– algo más desapercibida para el gran lector. Recientemente, Anagrama ha publicado en su colección Otra vuelta de tuerca un volumen con sus tres libros de cuentos: Llamadas telefónicas (1997), Putas asesinas (2001) y El gaucho insufrible (2003), una excelente oportunidad para acercarse al universo de uno de los estandartes de la nueva narrativa latinoamericana.
Decía el escritor en el prólogo de uno de sus libros de relatos que un cuentista debe ser valiente, y por si esta recomendación fuera escasa para los aspirantes a cuentistas, Bolaño sugería que leyeran a Chéjov y a Carver. “Uno de los dos es el mejor cuentista que ha dado este siglo”, afirmaba. A Bolaño, para quien escribir no era una vocación, sino un modo de vivir la vida, no se le resistía nada. Los que le conocieron afirman que llevaba la escritura en la sangre; al final, lo único que se le resistió fue la vida, que se empeñó en que el chileno se marchara sin terminar la que sería su obra maestra. Su muerte dejó huérfanos a la nueva generación de escritores latinoamericanos (Rodrigo Fresán, Jorge Volpi o Santiago Gamboa, entre otros, lo eligieron como su maestro indiscutible), pero no a los lectores. Su obra está más viva que nunca, inunda los escaparates de las librerías más destacadas, y cualquiera que no sepa mucho sobre el escritor, bien podría pensar que está promocionando su última novela.
Roberto Bolaño, ese escritor que, en palabras de Vila-Matas, “abre brechas por las que habrán de circular las nuevas corrientes literarias del próximo milenio”, regresa a las librerías en esta temporada con la recopilación de sus tres libros de cuentos.
Detectives, escritores fracasados y prostitutas
Tanto en Llamadas telefónicas como en Putas asesinas (que podría tomarse como una especie de continuación independiente, puesto que comparten temas y hasta personajes), el lector se encuentra con protagonistas al borde de la locura y el suicidio, dos figuras fantasmales “mucho más comunes de lo que la gente piensa”, como decía el propio autor; escritores que intentan sobrevivir en el duro oficio de la vocación (“El mundo de la literatura es terrible, además de ridículo”, dice uno de los personajes del relato Sensini, con el que se abre Llamadas telefónicas); malos escritores que comprenden que los buenos autores necesitan a los malos, aunque sólo sea como lectores o escuderos; y también se pasean por las páginas de Llamadas telefónicas detectives de naturaleza silenciosa, a los que no les gustan las armas de fuego, y chilenos nostálgicos de su país, chilenos exiliados en países como Rusia, donde el frío te hiela el alma, o en ciudades cálidas, como Barcelona.
El gaucho insufrible es el libro que cierra el volumen de Cuentos de Bolaño. Fue el último libro de relatos que preparó el chileno para su publicación antes de morir, el 14 de julio de 2003. A pesar del desorden aparente en los contenidos del libro (formado por cinco cuentos y dos conferencias) y de que este apareciera en el mismo año que murió, el libro ya estaba definido y siendo editado cuando Bolaño ingresó en el hospital barcelonés en el que falleció.
El gaucho insufrible es un libro de relatos que parecen robados al tiempo, puesto que, en la última época de su vida, Bolaño estaba obsesionado con trabajar lo máximo posible para evitar a su familia futuros apuros económicos. De este volumen, destaca el relato que da título al libro, un cuento extenso en el que Bolaño cuenta la historia de un hombre que se enfrenta su destino sin permitir que las circunstancias adversas lo frenen; también es notable El Viaje de Álvaro Rousselot, en el que Bolaño vuelve a hablar de creación literaria, esta vez a través de un viaje en el que el autor busca a su lector ideal.
Las dos conferencias finales, que a priori pueden parecer fuera de lugar en un libro de relatos, dejan al lector con la sensación de que, inevitablemente, Bolaño se despedía de todos con El gaucho insufrible (uno de las dos conferencias, Enfermedad+Literatura=Enfermedad es una caótica pero conmovedora reflexión sobre la enfermedad, la escritura y la vida). De esta manera, y aunque hoy en día sus familiares sigan publicando sus obras, el chileno dejaba este libro de relatos como su testamento literario. Hoy, nos llega a los lectores con toda la fuerza que para él tenía la literatura: un estado de ser, más que una vocación.