«¡Ojalá pudiera el arte reproducir el carácter y el espíritu! En toda la tierra no se encontraría un cuadro más hermoso!». Esto escribió el pintor renacentista Domenico Ghirlandaio en su propia obra y el tiempo le dio la razón. Hoy en día el retrato de Giovanna degli Albizzi Tornabuoni (1489-1490) no sólo hace honor a la inscripción, que es en realidad la variación del final de un epigrama, sino que el museo Thyssen-Bornemisza de Madrid le ha hecho protagonista desde este martes de la exposición «Ghirlandaio y el Renacimiento en Florencia».
El Museo Thyssen-Bornemisza presentó la primera muestra sobre el maestro italiano, surgida a partir de la historia que encierra este retrato póstumo: la de un matrimonio aristocrático e influyente en la sociedad florentina del siglo XV, emparentado con los no menos importantes Médicis. Así, obras de otros maestros como Botticelli, Verrocchio o Perugino ilustran cómo era el arte y la cultura que caracterizaba entonces a la ciudad italiana.
El comisario Gert Jan van der Sman, profesor universitario de Historia del Arte, junto al director artístico del museo (Guillermo Solana), presentaron la exposición ante la presencia de la baronesa Thyssen, quien dijo al acabar que estaba deseando adentrarse «en ese mundo emocionante».
El retrato de la aristócrata es el núcleo alrededor del cual emergen grabados, esculturas, broches y libros de horas que contextualizan el Quattrocento florentino y van formando la propia historia de la protagonista del retrato, quien murió embarazada de su segundo hijo. Por ello, el artista realizó la obra como un encargo del apenado viudo. Lorenzo Tornabuoni pretendía así recordar y honrar a su esposa, haciendo que quedara plasmada para siempre tanto su belleza exterior como interior.
El matrimonio Tornabuoni
Así, la muestra se convierte en una refinada historia de amor que comienza con una vista de la ciudad de Florencia y el Libro debitori e creditori, un manuscrito perteneciente al padre de Giovanna y que registra los gastos ocasionados por la boda de su hija. A continuación, comienzan los retratos, las salas 2 y 3 se llenan de obras procedentes del taller de Ghirlandaio, en las que se aprecia la influencia flamenca y el papel de la mujer en la sociedad renacentista. Como explicó el comisario en la presentación de esta exposición temporal «la sociedad florentina de la época sabe dotar de importancia a la mujer».
Estos retratos masculinos y femeninos, entre los que el visitante también descubre uno realizado por Sandro Botticelli, conducen al de Giovanna Tornabuoni, de perfil por decisión deliberada del pintor. Hecho al temple y al óleo sobre tabla destaca por su expresividad, los vivos colores del vestido, la joya que lleva al cuello que parece estar duplicada al fondo, al lado opuesto del libro de horas y la particular textura en el pelo que consigue el creador.
Después, toca adentrarse en la vida del matrimonio. Por primera vez, indicó el comisario, se exhiben cuatro de las pinturas que decoraban el dormitorio de los Tornabuoni: tres tablas que ilustran la leyenda de Jasón y Medea, La adoración de los Reyes de Ghirlandaio y escenas de la guerra de Troya.
Posteriormente, el visitante descubre la devoción religiosa de la época, con esculturas, manuscritos y pinturas llenas de iconografía cristiana. De nuevo en esta parte, otro Ghirlandaio se alza entre el resto, procedente de la National Gallery de Washington: La Virgen con el Niño (1475-1577). Asimismo, es importante destacar el fundamental papel que tiene en este tipo de muestras las prestaciones que hacen otros museos, como la Galería de los Uffizi de Florencia o el museo de las Artes decorativas de París.
Finalmente, el original análisis de cómo el maestro renacentista concibió y creó su obra pone el broche final a una muestra que ha sacado el máximo partido posible a un retrato.