Pues sí. Si usted así lo quiere. La infraestructura está ya puesta. Ahora solo falta el público, la programación y la tradición.
El marco, como se dice siempre, es incomparable. En este caso nunca mejor dicho ya que no deseamos compararlo con otros lugares para que no salgan perjudicados. Se trata de San Lorenzo de El Escorial y eso ya son palabras mayores.
Historia, gastronomía y clima se juntan para ofrecer unas grandes veladas estivales.
La programación intenta cada año estar a la altura de los objetivos. En un principio estos eran más ambiciosos. Ahora se pretende hacer camino al andar. No parece que sea mala idea. Aunque algún tópico hay y cierta falta de criterio.
Así hay música sinfónica por el año Schumann con la Orquesta de Castilla- León y el Amor Brujo de Manuel de Falla con la Orquesta de Cadaqués que ambas me han sorprendido gratamente en cuantas audiciones les he podido escuchar.
La lírica tiene solo dos ejemplos: ópera y zarzuela. Con producciones ya contrastadas: Tosca de Puccini, con el maestro granadino Miguel Ángel Gómez Martínez como director musical y John Drew a cargo de la escena y Don Gil de Alcalá, zarzuela ya presentada en la misma producción del Teatro de la Zarzuela, con dirección musical de Miguel Roa, escénica de Carlos Fernández de Castro y un buen reparto del que sobresale la presencia de María Rey-Joly, con su esplendida voz que me emociona siempre que la escucho.
Lo de la música de cámara está mejor servido. A mí me encanta pero es la mayor beneficiaria de estas épocas de crisis. Se puede hacer muy buena música sin tantos costes: Se celebra el año Chopin con un concierto de Melvyn Tan, el año Albéniz con la interpretación de su Iberia a cargo de Gustavo Díaz-Jerez y hasta su propio año, de usted querido lector o lectora, con el Concierto Matisse y la interpretación de diversas obras dedicadas a la Iberia de Albéniz.
Danza y teatro complementan esta programación en un verano que parece va a estar dominado por el deporte. Eso es magnífico, pero también que existan alternativas.
Para acabar una buena noticia. Cuando lea estas líneas ya se habrá representado Carmina Burana de Carl Orff. Es esta una gran obra que impresiona (sobre todo su principio) las cien primeras veces que lo escuchas. Una ya va por las doscientas y se sonríe por las ingenuidades de los programadores. También se pregunta en manos de quién están todos estos criterios tan básicos hacia el futuro. El asunto es importante, por lo que no se trata solo de hacer una cosa “mona” para distraer a los veraneantes.
Pero bueno, seamos positivos: hagamos tradición. Merece la pena.