domingo, noviembre 24, 2024
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La crisis se hace notar en la Campus Party

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Las horas previas al encendido oficial de la Campus Party 2010 han concitado, como cada año, colas, nervios y reencuentros con compañeros de otras ediciones, aunque no con todos ya que la reducción de entradas a la mitad y las dificultades económicas han dejado a muchos «campuseros» sin poder viajar a Valencia.

Ni el calor ni la larga espera han mermado la ilusión de los internautas por cruzar cuanto antes las puertas del Museo de las Ciencias Príncipe Felipe, donde esta noche se producirá el inicio oficial de la conexión en un acto que estará apadrinado por el cofundador de Apple Steve Wozniak.

El más madrugador ha sido Óscar, un riojano de 21 años que comenzaba a hacer guardia en la Ciudad de las Artes y las Ciencias a las seis de la mañana acompañado por su hermano, y quien ha recibido este mediodía la primera acreditación de manos del director del certamen, Miguel Ángel Expósito.

Tras los hermanos Crespo, un río de «campuseros» ha comenzado a fluir entre las mesas buscando su sitio, con carritos de la compra colmados de torres de hardware y pantallas, que a duras penas avanzaban entre los pasillos de la carpa.

Al final del día serán 3.400, casi la mitad que el pasado año (6.077) debido a los problemas de espacio a los que se ha tenido que enfrentar la organización del certamen, que tuvo que suspender la venta de entradas hace dos meses ante las «dificultades» para la utilización del Ágora, el último de los edificios diseñados por Santiago Calatrava que aún está en obras.

La decimocuarta Campus Party -que ofrece una velocidad de conexión a internet de 8,5 gigabytes- pretendía incorporar este espacio emblemático, que albergó en noviembre la pista central del Valencia Open 500 de tenis y cuyas obras se ha negado a interrumpir la Generalitat «para no perjudicar su ritmo de ejecución».

Lo ajustado de los tiempos impidió a su vez la solución de secar el lago, como en la edición de 2009, para ampliar la carpa y acoger a más «campuseros», lo que ha provocado que muchos viejos conocidos de la cita tecnológica, digital y de ocio se hayan quedado sin entrada.

Un grupo de Crevillente (Alicante), alguno de cuyos miembros lleva viniendo a la Campus Party desde hace seis años, ha dejado atrás a familia y amigos: «Tres se han quedado sin entrada y se han tenido que quedar en casa», lamentan.

Lo dicen con pena, porque saben que se quedarán sin ver a compañeros con los que solo coinciden de edición en edición. «Aquí somos los mismos todos los años y venimos a ver a gente que hace mucho que no vemos».

Unos puestos por delante de la cola de entrada, Javi, de Mallorca, también echaba de menos a unos cuantos colegas que no han podido venir este año «por dinero y trabajo». Con todo, al joven no le ha faltado humor para llegar a la Campus, a la que asiste desde hace ocho años, con unos cuernos de demonio y muchas ganas de pasarlo bien.

Para eso no hace falta mucho más que una nevera portátil, una tienda de campaña, un hipermercado cerca y un PC descomunal, un formato que todavía gana la partida a los ordenadores portátiles, que sólo tendrán asignados 700 puestos de «movilidad» de todos los habilitados, 1.500 de ellos «fijos».

Algunos como Mohammed y Sergio no llegan tan bien pertrechados, quizás porque es su primera vez en la Campus; son de Valencia y volverán a casa a dormir, al igual que el pequeño Arturo de Catarroja (Valencia), a quien, con solo 6 años, sus padres no le dejan quedarse con ellos en el cámping, por muy «campuseros» que sean.

A través de la red social Twitter, unos se dan la bienvenida y aseguran que acaba de comenzar «la mejor semana del año», otros intentan quedar con el internauta conectado dos filas a la izquierda y algunos se confiesan ya «enamorados de las campuseras», apenas dos horas después de haber enchufado su ordenador.

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