El escritor estadounidense Mark Twain, además de ser el autor de títulos universales como ‘Las aventuras de Tom Sawyer’ o ‘Huckleberry Finn’, también firmó una pequeña delicia, ‘Los diarios de Adán y Eva’, que se publica ahora en una edición especial con motivo del centenario de su muerte.
Una edición de este libro irónico y tierno sobre las relaciones entre Adán y Eva en el jardín del Edén, que se completa o ilumina con los dibujos del artista Francis Meléndez, y que estará en las librerías a primeros de septiembre, editado por Libros del Zorro Rojo.
‘Los diarios de Adán y Eva’, que se publicó por primera vez en 1906, es un obra llena de humor sobre la historia bíblica y la creación del mundo, un tema que interesaba mucho a este autor, considerado por Faulkner «el padre de la literatura norteamericana» y para el que la Biblia era fuente natural de sus pensamientos y reflexiones sobre la condición humana.
No en vano, Mark Twain, nacido el 30 de noviembre de 1835 en Florida (Missouri) y fallecido el 21 de abril de 1910, además de dedicarse a la ficción, siempre con un trasfondo social, desde su pluma como periodista se implicó con todo lo relacionado con la situación del hombre, como lo relacionado con la esclavitud o las diferencias sociales.
Uno de los temas centrales en la obra de Samuel Langhorne Clemens -Mark Twain es el pseudónimo que eligió para dedicarse a la escritura y que significa ‘dos brazos de profundidad’, el calado mínimo para navegar- es la relación del hombre con sus semejantes, y de ahí el origen de esta pieza, que plantea en tono humorístico la relación antropológica entre Adán y Eva, o la tópicamente llamada lucha de sexos.
Así, Adán escribe en el diario: «Esta nueva criatura de pelo largo se entromete bastante. Siempre está merodeando y me sigue a todas partes. Esto no me gusta; no estoy habituado a la compañía. Preferiría que se quedara con los otros animales. Hoy está nublado, hay viento del Este; creo que tendremos lluvia. ¿Tendremos? ¿Nosotros? ¿De dónde saqué esta palabra…? Ahora lo recuerdo: la usa la nueva criatura».
Y Eva dice: «Toda la semana lo seguí y traté de entablar relaciones con él. Yo soy la que tuvo que hablar, porque él es tímido, pero no me importa. Parecía complacido de tenerme alrededor…» o «Tiene gustos vulgares y no es amable…No tiene caderas; es esbelto como una zanahoria, cuando está de pie parece una torre; por eso pienso que es un reptil».
Para Twain, que al inicio de su carrera estaba considerado un gran humorista, Eva es la intelectual de la pareja, la encargada de poner nombre a las cosas, y Adán, más contemplativo, está ocupado en buscar refugio y alimentos.
Y la paternidad vuelve a crear en esta pareja nuevas dudas y caminos: «Le pusimos de nombre Caín. Ella lo recogió mientras yo estaba cazando en la ribera de Erie; lo recogió en el bosque, a unas doce millas de nuestro refugio…la diferencia de tamaño lleva a la conclusión de que se trata de una nueva y diferente clase de animal, quizás un pez».
Todo un divertimento del que el lector puede gozar contemplando también los bellos y humorísticos dibujos a lápiz del prestigioso artista zaragozano Francisco Meléndez, ilustraciones que parecen grabados con un Adán mitad reptil, mitad lord romántico decadente, o desnudo y flaco, con aire barroco y circense, o con una Eva desnuda, con un pelo surrealista interminable, pescadora de letras.
Obras de arte para este texto de un Mark Twain experimentado y viajero que ha sido llevada al teatro en muchas ocasiones y con gran éxito.
Un Twain diferente al bañado por el Mississippi, quien entre otras cosas pensaba que «el ser humano es la única especie que se ruboriza o que necesita hacerlo».