La firma Kenzo celebró esta noche 40 años de creaciones con un desfile aniversario al que asistieron entre otros famosos la españolas Rossy de Palma y Blanca Li.
«Dos mujeres extraordinarias y fuertes como las que a mi me gustan», dijo a Efe el modisto poco después de presentar su colección para la primavera-verano 2011 en el Circo de Invierno, ya en plena fiesta de cumpleaños.
La admiración es mutua, pues tanto la actriz como la coreógrafa y bailarina celebraron profundamente el desfile que acababan de ver y el estilo del modisto.
Rossy de Palma maravillada y emocionada a la vez por el montaje, «tan sencillo», hasta que de repente el escenario del Circo de Invierno se puso a girar.
«Fíjate que era sencillo, dentro de lo barroco», de todos los tejidos, de todas esas superposiciones, pero «nos ha dejado a todos» más sorprendidos que si hubieran hecho acrobacias, consideró.
La actriz, célebre protagonista de múltiples filmes de Almodóvar entre otros directores, glosó en especial «el espíritu nómada» de la colección, «donde te lo encuentras todo», el globo terráqueo entero con elementos asiáticos, rusos, africanos, por las telas elegidas y por la manera de colocarlas.
Por su parte, Blanca Li consideró «muy emocionante» el poder decir que la historia sigue 40 años después de que fuese creada por Kenzo, además de «saber que lo que sigue es algo que te corresponde» y que a la vez «sigue manteniendo el espíritu» inicial.
La también directora de cine, que entre otras instituciones europeas dirigió el Centro Andaluz de Danza (de 2006 al pasado julio) celebró «todos» los modelos Kenzo del verano que viene, pero en particular los de la segunda parte del desfile, que era «como un viaje por todo el mundo, de colores, de formas», y los zapatos, «supergraciosos».
Si sólo pudiera elegir uno, tomaría un modelo gris y negro, con un sombrero altísimo y una especie de poncho con plumas, comentó. Anonio Marras reivindicó, por su parte, su pasión por el arte español -de Picasso a Miró y Tapies- dado su origen sardo, en la «pequeña ciudad catalana» de L’Alguer, al noroeste de Cerdeña, poblada en el siglo XIV por catalanes, y resumió su nueva colección como el viaje de una japonesa a su isla natal.
Es «el encuentro de una japonesa que descubre la cultura sarda, el encuentro de esas dos culturas», recalcó. La idea convenció al público que aplaudió a rabiar el fabuloso espectáculo que es todo desfile de Antonio Marras para Kenzo.
Un modisto que para el aniversario de la firma, hoy propiedad del número uno mundial del lujo, el grupo francés LVMH, logró la cuadratura del círculo: rendir homenaje al fundador, el modisto japonés kenzo, y ser absolutamente fiel a sí mismo y a su estilo absolutamente barroco.
Marras lo hizo bifurcando sus creaciones en dos partes, la primera, japonesa viajera y andarina, aunque sobre extraños zapagos, amante de ropa holgada y leve, de amplios monos con tirantes; blusas opacas, anchas faldas y túnicas transparentes.
Prendas portadas siempre sobre enormes sandalias de gruesa suela compensada, o tipo «Geta», ese calzado tradicional japonés de madera, que para andar se apoya en dos dientes también de madera, los «ha», que para Kenzo 2011 fueron altos y voluminosos.
Sobre esos pequeños pedestales, conjuntos monócromos, floreados, a rayas, en patchwork de colores claros, rosas, verdes, azules, y también algunos ocres; mezclas de negros, grises y blancos, se construyeron con tirantes, drapeados y superposiciones asimétricas, sobre vistosos tops-sujetadores de satén amarillo, violeta, rojo, naranja o verde.
En la segunda parte, las maniquíes se fueron inmovilizando a medida en que entraban en la plataforma circular del escenario del Circo de Invierno, hasta que una vez todos dentro, el círculo comenzó a girar sobre sí mismo.
Llevando consigo misteriosas siluetas femeninas adornadas con gran aparato en la cabeza, a veces terminado en un pequeño sombrero; vestidas de infinitas superposiciones multicolores, con faldas anchas y largas, delantales, capas, mañanitas, ponchos y pañuelos, confeccionados en las texturas más variadas.