El director sevillano Miguel Ángel Vivas sorprendió al público con su segunda película, Secuestrados, la historia de un ‘secuestro express’ en el hogar de una familia de clase media-alta que transmite el miedo al público desde el «sufrimiento de los actores».
Vivas ha comentado este domingo en la presentación que su película, rodada además en doce planos secuencia, supuso para él un «salto al vacío» al que se sumó todo el equipo, comenzando por los actores, Fernando Cayo, Manuela Vellés y Ana Wagener, en el papel de la familia secuestrada, que «dan algo desde muy dentro de ellos y suponen un regalo para la película».
Con el plano secuencia, actores y espectadores se sienten «atrapados, no pueden salir, no hay cortes, no hay trucos ni montaje», señala el director, quien informa de que «el rodaje se hizo de manera cronológica, sin saber muy bien -añade- hacia dónde íbamos».
El realizador andaluz tenía muy claro que el eje del tratamiento de la película no sería la acción, sino el miedo, «el miedo al asalto del hogar, ese lugar sagrado en el que te crees a salvo de todo, que representa la violación máxima del individuo».
«Me documenté bastante y los datos oficiales dicen que en España se producen 400.000 allanamientos al año y, aunque la mayoría se producen sin la familia dentro, en algunas ocasiones sí» son objeto directo de ese ataque los moradores de la casa.
Vivas no ve una intencionalidad política en el hecho de que los secuestradores sean mayoritariamente albaneses: «He intentado ser realista, y son albaneses porque en la documentación previa comprobé que en la mayoría de los casos reales eran de esta nacionalidad», ha justificado.
Para aquellos que tachan su película de dura, Vivas recuerda la realidad siempre supera la ficción, pues él mismo leyó en relación con la detención de «la banda de los ojos», que eran «de Europa del Este, hicieron unos treinta asaltos y golpeaban a las familias en la cara con barras de hierro, hasta sacarles los ojos».
Carpenter, el regreso de un clásico del género
Manuela Vellés, que interpreta a la hija de la familia, ha confesado: «No lo pasé bien en el rodaje, lo pasé fatal; llegábamos cada día de rodaje a un alto estado de nervios, que estar en ese estado tanto tiempo, en pánico, terror, te lleva a un desgaste terrible».
Ana Wagener, que encarna a la madre, ha revelado que, para facilitar esa identificación, se inventaron «una familia que sirvió de trastienda para interpretar mejor el momento en que se iba a romper ese equilibrio», y ha dicho que «ha sido una experiencia mucho más allá de una interpretación al uso».
El tercer miembro familiar, Fernando Cayo, ha coincidido con sus compañeras de reparto -«He vivido eso y doy las gracias de que eso haya sucedido en el rodaje»- y considera que «el plano secuencia con que está filmada la película le ha dado más verosimilitud»
Según Cayo, que ya estuvo en Sitges en la presentación de El orfanato, Secuestrados es «una mezcla curiosa de película de género, de terror, y de filme de autor» y su gran acierto es que «no es una película maniquea».
Vivas admite que Secuestrados trata el mismo tema que otros filmes como Funny Games, de Michael Haneke, Suddenly, con Frank Sinatra, o 37 horas desesperadas. «Es casi un microgénero», pero «lo importante -añade- es el punto de vista, la manera de contar esa historia recurrente». Su intención era «ser directo» y, si la película se llama Secuestrados, el público ya sabe qué se va a encontrar, un secuestro, añade.
En la jornada de este domingo, además de Secuestrados, exhibida dentro de la sección competitiva, los amantes del género han podido disfrutar con el retorno de uno de sus maestros, John Carpenter, quien, nueve años después de Fantasmas de Marte, que abrió la edición de Sitges de 2001, ha vuelto ahora con The Ward, una previsible cinta serie B habitual en su dilatada carrera.