Cuando una banda independiente de rock procedente de Canadá como Arcade Fire consigue con su tercer disco colapsar un pabellón como el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid, en una ciudad que no siempre vive de cara a la música alternativa, sólo puede significar que ese grupo se ha hecho grande.
El llenazo de Madrid, con todas las entradas agotadas en su primera puesta de largo en la capital tras su paso por el Summercase de 2007, y el colosal despliegue sonoro mostrado sobre el escenario, han dejado plena constancia hoy de que la banda indie con mayor éxito comercial de la década, es ya algo más que una apuesta.
Como no podía ser de otra forma con un nombre tan significativo, Ready to start (listos para comenzar) ha sido el tema escogido para poner a rodar el concierto de Madrid, una baza jugada en otros shows de esta gira, que se caracterizan por echar mano de un repertorio cambiante en el orden, con unas quince canciones fijas y unas tres sorpresas variables.
Un modestísimo escenario con cruce de autopistas de fondo, una pequeña pantalla y ocho grandes músicos han conseguido desde el arranque la entrega de los congregados, que han podido escuchar en segundo lugar Month of may, muy potenciada por la doble percusión con la que se ha iniciado el recital.
El término «arcade» alude, entre otras cosas, a los primigenios videojuegos de plataformas y de pantallas de dificultad creciente, como la música de estos canadienses, cuyo sonido se construye a fuerza de superponer capas musicales e incorporar elementos no asociados al rock, como violines, mandolinas e, incluso, zanfonas.
Tras la transición necesaria para el cambio de instrumentación, una constante a lo largo de la noche, han entrado en juego los violines y el acordeón de «Neighborhood #2 (Laika)».
«Gracias por venir» ha dicho en español Win Butler, que fundó la banda junto a su mujer Régine Chassagne en el año 2002 con unas perspectivas muy modestas que se vieron desbordadas tras la publicación con un pequeño sello de su primer disco, «Funeral» en 2004.
Amaral o Bimba, en las gradas
En una noche en la que el moderneo y el rock se hicieron uno, caras conocidas como Eva Amaral o Bimba Bosé han disfrutado desde el graderío de No cars go, la positiva Haïti (de donde proceden los padres de Régine, quien con su voz y su vestuario ha puesto la nota de color sobre las tablas) y la bailable Sprawl II (Mountains beyond mountains).
Butler ha retomando de manos de su mujer el mando del concierto con Modern man, arropado por los coros y palmas del público, y Rococo, otra de sus últimas canciones, que a veces se cae del repertorio.
The suburbs, que da nombre al último trabajo del grupo y que se recrea en las vivencias de su líder durante su infancia en la periferia de Houston (EEUU), le ha servido al cantante para homenajear también a las afueras de Madrid.
Parte de los fondos recaudados con la taquilla del concierto irá destinada a la reconstrucción de Haití, según ha anunciado Butler, quien ha dado las gracias a los asistentes, justo antes de interpretar la emotiva Crown of love.
Las buenas bandas suelen mejorar en vivo sus discos en cuanto a intensidad y épica, algo que se ha percibido esta noche en el Palacio de los Deportes, que ha brincado con Neighborhood #1 (Tunnels) y Keep the car running al cumplirse la primera hora de concierto.
We used to wait ha propiciado un momento de aproximación y contacto con el público por parte de Butler al que, seguidamente, ha incitado a entonar un «oe, oe, oe español» para recibier su contundente Neighborhood #3 (Power out).
Tras un aparente cierre con Rebellion (Lies), y después del consabido apartado de ruegos por parte del público para los bises, los canadienses han soltado el último de sus más sonados éxitos, Wake up. versionado por U2 y su último cartucho para el broche final.
«Hasta la próxima», se han despedido Win Butler y su banda. Con noches épicas como ésta, no cabe duda de que la habrá.