El realizador de «La torre de Suso», Tom Fernández, estrena este viernes su segunda película, «¿Para qué sirve un oso?», que se presenta como cine para todos los públicos: una comedia «feliz, ecologista, blanca y familiar, en el mejor de los sentidos», dice.
La historia se cuenta desde la mirada de dos hermanos, Alejandro (Gonzalo de Castro) y Guillermo (Javier Cámara), científicos que se han pasado la vida intentando salvar el planeta con (muy) distintos resultados, o más bien, desde que éstos se reencuentran en la tierra de su infancia, Asturias.
El guión lleva varias cargas ecologistas de profundidad, pero en realidad son historias de amor enlazadas, por un lado, dos hermanos que se quieren pero no atinan a decírselo, y por otro, un solterón enamorado de una guapa veterinaria que adora, pero no sabe cómo manejar, a su hijita respondona y aventurera.
«La metáfora es un poco que, hasta que no arreglemos nuestras vidas personales, no vamos a poder arreglar el mundo. Los que aquí están, están todos muy perdidos, incluido el oso», argumenta el director en declaraciones a EFE.
Es una película para todos los públicos, «familiar y blanca en el mejor de los sentidos», dice el realizador asturiano, que se confiesa «fiel» al cine que le hizo «descubrir el cine». «Soy de la generación de los Goonies, de Indiana Jones, de Star War, cine que se inventó para todo el mundo, no para grupos reducidos», matiza.
En «¿Para qué sirve un oso?» sobrecogen los paisajes, como el de la presunta Antártida que recrea Tom Fernández en Islandia o el del parque natural de Somiedo (Asturias), que se convierten en personajes de la película.
«No queríamos -asegura el cineasta- una película de estampas, sino que lo que les pasase a los personajes ocurriera dentro de la naturaleza, en concreto, un lago situado a 1.500 metros», empeño que consigue con creces el director de fotografía, Arnau Valls.
El director protesta si se le tacha de ecologista y comenta que «ser ecologista es ser ciudadano, no es que estés en una secta, son cosas de sentido común y que tienes que incorporar a tu vida como lavarte los dientes por las mañanas».
De los actores, Fernández dice que «Javier es la disciplina, la técnica, mientras Gonzalo es un poco salvaje y nunca sabes por dónde te va a salir; Emma tiene una capacidad de comedia que ni ella misma lo sabe y Geraldine Chaplin…es maravillosa, es ‘Calamity’ Jane», bromea.
De Castro y Cámara se conocen «se siguen y se quieren» desde pequeños. «Año 1988, Escuela de Arte Dramático», apunta Cámara, pero la primera vez que trabajaron juntos fue en la tele, en «7 vidas» -donde era guionista Tom Fernández-.
«Gonzalo lleva un cómico dentro espectacular, aunque ponga esa cara», intenta explicar Cámara entre las interrupciones de De Castro y «es que cuando trabajo con Javier se me dispara algo», añade el actor para quien Javier es uno de los «mejores intérpretes de este país».
Los dos hablan maravillas de Emma Suárez, de la que alaban cómo se ha enfrentado a la película, «con ese cierto pudor que le daba la comedia», señala Cámara.
«Ha sido una experiencia completamente nueva, nunca había trabajado ni con ellos, ni en este tono. Estaba entusiasmada, pero tenía miedo», explica Suárez, sentada al lado de Oona Chaplin, más castiza que la propia Suárez:
«Yo también tenía miedo -declara Chaplin-, pero trabajar con mi madre (Geraldine) ha sido estupendo, todo el mundo la tiene cariño y ha sido un gustazo total».
«Crecer con el cine te ayuda a entenderlo y a verlo de una manera diferente, pero yo elegí hacerlo», explica la nieta de Charles Chaplin, que heredó el nombre de su abuela Oona O’Neill, a su vez hija del dramaturgo Eugene O’Neill.
Para Emma Suárez, esta película «merece la pena» porque «te reconcilia con el cine: es de las que se hacían antes, bonita y entrañable, de las de pasar una buena tarde», resume la actriz.
EFE/Alicia G.Arribas