Grupos como The Streets, Plan B, Polo Nutini, habituales en listas comerciales inglesas, han colmado las expectativas de los miles de seguidores foráneos y, en mucha menor medida, españoles que, esta edición sí, abarrotan desde el primer día el recinto de conciertos con una asistencia cercana a las 40.000 personas.
Entre todos ellos, por trayectoria, oficio y un puñado de virtudes musicales superior a las de sus compañeros de escenario principal, se ha elevado Mike Skinner, el rapero más famoso de Inglaterra oculto bajo el seudónimo de The Streets, que ha decidido poner punto final a su carrera con un último disco «Computers and Blues», y que hoy ha dicho adiós a los escenarios españoles.
Durante casi diez años de camino, Skinner se ha convertido en portavoz sonoro de la juventud de barrio a través de un abanico de estilos que oscilan sin miramiento entre el pop, el garaje y el soul, y esa labor ha obtenido la recompensa de una multitud entregada a cada una de sus estrofas.
Este creador de hip-hop para masas ha desgranado su álbum de despedida, con momentos de felicidad colectiva sobre los arreglos gospel de «Soldiers», y ha recuperado antiguos éxitos como «Let’s Push Things» o «Weak become heroes», diciendo adiós, o hasta el próximo concierto, con «Going throug hell».
Plan B ha precedido este idilio con otro multitudinario concierto -todos los grupos anglosajones del escenario Maravillas lo han conseguido- para el que tal vez no esté preparada la voz del también actor Benjamin Drew, perdida entre el ritmo blues de su comercialmente laureado «The defamation of strickland banks».
Entre tanto grupo británico, el honor de abrir el fuego en el escenario principal, rebautizado como Maravillas, ha correspondido a la banda madrileña Layabaouts, cuyos potentes riffs de guitarra y su «orgullo de cantar en inglés» han establecido conexión directa con los «fibers» provocando los primeros sudores bajo el sol de media tarde.
El toque de glamour, musical y estilístico, lo han firmado dos de los mayores valores de la música femenina, Anna Calvi y Russian Red.
Ambas visten de forma impecable, cuidan cada uno de sus movimientos sobre el escenario y encandilan con su voz, pero, sobre todo, producen un bien que escasea: buena música.
La primera de ellas ha sorprendido a medio mundo con su disco debut homónimo, y sus sonidos analógicos -poco más que batería, bajo, guitarra y voz- se han colado esta noche en los oídos del público a través de melodías como «Love won’t be leaving», compuestas bajo el influjo de Patti Smith o PJ Harvey.
La segunda, Lourdes Hernández (Russian Red), ha dejado constancia de su evolución musical hacia las melodías de los años 50 y 60, cantadas a dulce voz, que construyen su reciente y luminoso álbum «Fuerteventura».
Quizá lo más celebrado han sido sus viejos singles, como «Take me home» o «Cigarretes», pero la calidad de su nuevo trabajo y su cada vez mayor experiencia sobre el escenario han redondeado un brillante show de tempo sosegado, aventura nada fácil en una plaza como ésta, en la que canciones como «The Sun The Trees» han tenido buena parte de la culpa.
También ha tenido su turno la actuación más controvertida del FIB, la de Julieta Venegas, quien sufrió un alud de rechazo a través de las redes sociales desde el mismo instante en el que su nombre apareció inscrito en el cartel.
Mucho «yo soy superalternativo» y mucho que «ya de paso que venga Bisbal» -como decían algunos de los mensajes en su contra-, pero la cantante mejicana, con un tono en ocasiones sensiblemente desafinado, ha logrado reunir a cientos de personas coreando a voz en grito todos y cada uno de sus éxitos de radiofórmula, como «Me voy» o «Lento», esta última en versión para piano y voz, para los más románticos.
El resto de noche, que ha iluminado el debut del exfutbolista Gaizka Mendieta como «dj» en el trío Gasteiz Gang, ha sido puro «beat» y desenfreno, con la banda australiano-británica Pendulum al frente de esta forma de escuchar y sentir la música.
Redacción