domingo, noviembre 24, 2024
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La nueva entrega de Alatriste se sitúa en la corrupta Venecia del siglo XVII

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Venecia fue uno de los principales enemigos del imperio español en el siglo XVII, y en esa ciudad que, según Quevedo, era una «puta del mar, desvergonzada e hipócrita», sitúa Arturo Pérez-Reverte la nueva novela de Alatriste. Tras 30 años de combates, el capitán «sabe que España está herida de muerte».

«Alatriste sabe que nada de lo que haga va a cambiar la suerte de su país, sometido a reyes corruptos y a curas fanáticos, y siente la desolación del español lúcido», afirma Pérez-Reverte en la que adelanta las claves de «El puente de los asesinos», la séptima entrega de las aventuras del famoso capitán que Alfaguara publicará el próximo 27 de octubre.

Convencido de que la Historia «es una clave fundamental para entender el presente», Pérez-Reverte comenzó a publicar hace quince años esta serie de novelas con la intención de acercar hasta los más jóvenes «las luces y sombras» del Siglo de Oro, una época «miserable y magnífica, corrupta y maravillosa a la vez».

La respuesta de los lectores ha sido excelente, como reflejan las cifras de venta de las novelas de Alatriste: cuatro millones de ejemplares tan solo en los países hispanohablantes, un éxito que «nunca» imaginó este novelista y académico de la Lengua, cuya obra está traducida a 35 idiomas.

En esta nueva entrega, situada en las Navidades de 1627, Alatriste se verá envuelto en una misión audaz como pocas: matar al dogo de Venecia en plena misa de Nochebuena, en la basílica de San Marcos.

El capitán llevaba ya treinta años de asedios y combates y, como dice el autor en la novela, «su instinto de soldado viejo, hecho a zozobras, reveses y malos tragos, sugería vislumbres funestos de aquella empresa ambiciosa» cuyos entresijos le explica personalmente su amigo Francisco Quevedo.

El gran poeta del Siglo de Oro conocía a fondo la política italiana y tenía una opinión pésima sobre Venecia, como dejó reflejado en sus escritos.

A pesar de sus recelos, Alatriste, más taciturno y desconfiado que nunca, está dispuesto a cumplir la misión. Para ello contará, entre otros, con el joven Íñigo Balboa y con «un extraño compañero de cama»: el sicario siciliano Gualterio Malatesta, «mortal e íntimo enemigo» del capitán.

«Para mí era muy interesante enfrentar a dos viejos enemigos unidos por la misma causa», comenta el autor, a quien también le seducía «el sacrilegio» que supone «matar al dux de Venecia en plena Nochebuena». «Era una conspiración en la cual cualquier español aventurero de la época hubiera querido participar», añade.

Pérez-Reverte ha ido con frecuencia a Venecia a pasar la Nochevieja y, según le dice a Efe, su imagen de la ciudad «es muy distinta de la convencional: es una Venecia gris, lluviosa, nevada a veces, y no la luminosa de los canales que la mayoría de la gente conoce».

Por eso le apetecía que la acción transcurriera en esa ciudad a la que Quevedo «odiaba porque realmente era el peor enemigo que tenía el imperio español en Italia».

«Es gente sin más religión que su interés», decía Quevedo de los políticos venecianos. «Ahora estamos rodeados de venecianos por todas partes, en el peor sentido de la palabra», asegura entre risas Pérez-Reverte al establecer uno de los paralelismos que tiene la novela con la situación política española actual.

«Los políticos españoles actúan como actúan porque nos han tomado la medida, nos conocen. Hagan lo que hagan, no pasa absolutamente nada. Se van de rositas, y eso no sucede solo ahora, con Zapatero. Pasó con Aznar, Felipe González, Franco, Azaña… Con todo el mundo».

El autor de novelas como «La reina del sur», «El pintor de batallas» o «El asedio» quería reflejar en la nueva entrega de Alatriste «esa sensación de soledad de los españoles fuera de España, que vale también para ahora, para cualquier español que haya emigrado y que esté buscándose la vida en Oslo, México, Filipinas o Alemania».

«La pregunta que uno se hace es: gente capaz de irse a Flandes, a América, o de irse a Alemania a ganarse la vida; gente maltratada, sin apoyo ninguno, a menudo abandonada a su suerte, ¿de qué sería capaz si tuviera el respaldo de un país decente, de un gobierno decente, de políticos que los apoyaran y potenciaran?»

En la época actual, señala el novelista, «la gente culta, lúcida, termina harta de la falta de vergüenza de los estamentos que deberían tenerla y se aísla, se encierra en su biblioteca a leer».

Si se retiran los sabios, «la calle quedará a merced de las ‘belenes esteban’ de turno y de las marujas que la jalean», concluye.

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