Alberto Manuel Rodríguez Gallego González de Mendoza, bonaerense del barrio de Belgrano y pionero entre los argentinos que triunfaron en las tablas españolas, ha fallecido este lunes a las cuatro de la madrugada en la madrileña Clínica de la Luz, donde llevaba varios días internado por una insuficiencia respiratoria, informa la entidad AISGE de la que era socio
De Mendoza despuntó en los años sesenta como uno de los grandes galanes del cine español, con Carmen Sevilla o Sarita Montiel como compañeras de romances en la gran pantalla. El 1 de diciembre había estrenado con gran éxito en Buenos Aires su último trabajo, el abuelo protagonista de ‘La mala verdad’, una cinta de Miguel Ángel Roca que en el último Festival de Málaga le valió el premio al mejor actor en la sección iberoamericana.
Actor principal y de reparto en más de 190 películas, las nuevas generaciones le redescubrieron por su entrañable de abuelito en ‘Tapas’, «un papel simpático y cortito», como decía él. No le importaba esa fama sobrevenida como octogenario con un personaje secundario. «No conozco envidias ni frustraciones. Empecé de soldado y llegué a teniente general. No me siento sabio; solo escéptico y experimentado, porque he vivido intensamente», relataba en el verano de 2006 en una entrevista para la revista de la Fundación AISGE.
Sus hijos, Belén y Fabián (psicóloga y publicista de profesiones), le recordaban esta mañana como «un hombre apasionado, temperamental, enamorado de su trabajo». No solo acababa de estrenar con éxito ‘La mala verdad’, donde aceptó un papel durísimo, el de un anciano machista que abusa de una menor en el contexto familiar; también había apalabrado una teleserie de 13 capítulos para la televisión argentina y en verano confiaba en llevar ‘Las brujas de Salem’ a los escenarios bonaerenses.
«Habría seguido siendo actor hasta los cien años y nos sentimos orgullosos de que nos haya dado una vida fantástica a todos», relataba Fabián de Mendoza, que en su juventud fue actor («muy malo, porque la sombra paterna era insuperable) y ejerció como productor y realizador de programas televisivos.
Descendiente de españoles
Hijo de andaluz y vasca, huérfano a los cinco años, al pequeño Alberto de Mendoza le mandaron a vivir a Madrid y conservaba recuerdos de niño republicano, «cuando todos éramos amigos de todos, desde el hijo del panadero al del Conde de Aguilera, y los más crediticios pagaban un duro a una chica para que le toqueteara mientras los demás esperábamos abajo a que nos contara cómo había ido todo». Se enamoró del séptimo arte en las butacas del Cine Argüelles y del teatro, cuando se colaba a ver las zarzuelas entre las cajas, en el Lara.
Su primer mentor profesional fue Carlos Casaravella: un chansonier uruguayo, galán de Celia Gámez, con el que coincidió en un autobús de evacuación de Madrid a Valencia y, más tarde, en el barco Tucumán, rumbo a Marsella. «En Francia me enseñaron a zapatear, pero era un bailarín muy malo. Así que no me quedó más remedio que pasarme al teatro independiente. La primera vez que salí a escena me quedé con la garganta tan seca que no fui capaz de articular una sola palabra. Cero. Me marché avergonzadísimo. Pero el actor que no haya sentido ese nudo en la garganta no es actor», confesaba el actor en la citada entrevista.
Alberto de Mendoza será incinerado mañana martes en el cementerio de la Almudena. Se confesaba «escéptico» y reflexionaba así sobre el tránsito final: «La vida es un camino hacia la nada. Cuando te das cuenta de que se termina, todo adquiere una importancia muy relativa. Me conformo con no hacer mal a nadie y vivir con dignidad».
En su caso, además, deja el legado indeleble de títulos como ‘El retrato'(1947), ‘Barrio gris’ (1954), ‘La chica de Via Condotti’ (1973), ‘Cazar a un gato negro’, ‘El infierno tan temido’, ‘La máscara de Scaramousche’, ‘La joven casada’ (de Mario Camus), ‘Luna de octubre’, ‘Tú y yo somos tres’ o ‘Tierra de gigantes’, entre muchísimos otros títulos.
Estrella Digital/EP