lunes, noviembre 25, 2024
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Los Cisnes vuelven a la Gran Vía

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El Lago de los Cisnes vuelve al Teatro Compac Gran Vía de Madrid,  del 10 al 22 de enero, con la compañía del Ballet Imperial Ruso, bajo la dirección artística de Gediminas Tarandá.

Pertenece a la trilogía que compuso el genial Chaikovsky (El Lago de los Cisnes, Cascanueces y La Bella Durmiente); no hay ninguna hilación que enlace estas tres bellísimas obras, sino la música de este ruso universal que escribió óperas, sinfonías, canciones y música para ballet, y la fantasía y la magia comunes a estos tres cuentos, que es lo que son en realidad.

Un viaje realizado por el Rin en 1868 pudo ser la fuente  de inspiración del músico para el Lago de los Cisnes; al contrario de lo habitual, la base literaria anterior al Lago fue revisada por el compositor y no por los autores de la coreografía definitiva, Petipa e Ivanov. Hubo tres montajes anteriores (el primero en mayo de 1877), pero los coreógrafos de la versión más aplaudida, la del estreno en el Teatro Mariinsky en enero de 1895, fueron Marius Petipa (actos I y gran parte del  III) y Lev Ivanov (actos II y IV, y parte del III). Lamentablemente, Chaikovsky había fallecido pocos años antes, el 6 de noviembre de 1893, y no pudo realizar la revisión de su partitura para esta puesta en escena final, revisión que fue encomendada a Riccardo Drigo; por tanto, Chaikovsky no llegó a ver el éxito  universal de esta obra maestra.

El Lago de los Cisnes es sin duda el ballet más conocido; según muchos, el máximo representante del “ballet blanco” romántico francés (pensemos en la influencia francesa que Petipa lleva a San Petersburgo) cuyo planteamiento suele ser el siguiente: una primera parte de presentación para situar la historia, una segunda  parte  “blanca” en que los personajes son transportados a un mundo irreal, ya sea un sueño, una visión, o un encantamiento, y una tercera de desenlace en la que ilusión y realidad acaban fundiéndose  en un final, no siempre feliz. Este esquema se puede ampliar y subdividir según la extensión o la complicación de la trama, pero podemos decir que los “ballets blancos” cuentan con estos tres marcos  básicos. Sin embargo, en El Lago existe una conexión entre ambos mundos, el real y el irreal: la visión de los cisnes en el  jardín de palacio, la llegada del príncipe Sigfrido al lago, la aparición de Rothbart y su hija Odile con la visión de Odette en la fiesta, y el regreso al lago de Sigfrido.

La música de inspiración popular suele estar presente también en este tipo de obras , por lo general en la parte “real “ de la historia, música incluso folklórica del país en que se supone que se  desarrolla la  acción, o bien aires de distintos países: bien claro lo tenemos, en el mismo Lago de los Cisnes, con las danzas del séquito que acompaña a las princesas aspirantes a convertirse en la esposa del príncipe Sigfrido, procedentes de distintos lugares del mundo.

Es cierto que hay muchos elementos del Romanticismo en El Lago de los Cisnes: la noche, la luna enmarcan un cuadro romántico en el lago, el sentimiento de melancolía en Sigfrido, muy común al spleen de los héroes de la época romántica. El propio exotismo de las danzas forma parte igualmente de este movimiento literario, y así mismo, la leyenda medieval, la inspiración en las ruinas o en una naturaleza confidente o por el  contrario, enemiga y traidora. También la duplicidad Odette y Odile, el Bien y el Mal… y el mismo  Rothbart, genio de la maldad frente al amor de Odette y Sigfrido, son figuras románticas. Aún así, la coreografía, sobre todo la del acto II a cargo de Lev Ivanov, anuncia ya un gusto modernista en las imágenes florales y zoomórficas tan presentes en este estilo: los brazos van a sugerir las formas de la doncella- cisne y su sentimiento, su turbación, su aleteo, su actitud temerosa. El cuerpo de baile, igualmente, dibujará el movimiento de las bandadas de cisnes en la naturaleza, formando un triángulo al cruzar el cielo, alzando el vuelo o desplazándose delicadamente por el lago.

El final puede variar en este ballet, según las versiones – no desvelaremos aquí el que nos presenta el Ballet Imperial Ruso – pero El Lago de los Cisnes simbolizará el nexo entre el  ballet del siglo XIX y la estética de principios del XX.

 

María Teresa García Hernández

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