jueves, octubre 3, 2024
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‘El tiempo entre costuras’ y los plagios literarios

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Difama, que algo queda. El éxito de la serie ‘El tiempo entre costuras’, con más de cinco millones de fieles cada semana en Antena 3, le ha traído tanta felicidad como desdicha a la escritora del libro en el que está inspirada. María Dueñas está en una nube por tantos reconocimientos, pero también está viviendo una pesadilla por la denuncia de plagio que ha dejado caer Patricia Martínes de Vicente, que asegura que su colega se ha apropiado de parte de lo escrito en ‘Embassy y la inteligencia de Mumbrú’, la novela que ella escribió muchos años antes, amparándose en la vida de su padre.

Patricia Martínes asegura que su colega se ha apropiado de parte de lo escrito en ‘Embassy y la inteligencia de Mumbrú’

Mientras que ésta, que fue finalista del Premio de la Investigación de los judíos en España y tuvo una tirada de 5.000 ejemplares, ya está descatalogada en las librerías, la obra de María Dueñas no sólo se ha adaptado para la TV sino que se ha traducido a 25 lenguas y ya lleva vendidos más de un millón de ejemplares.

Martínez de Vicente sostiene pese a ello que su padre, Eduardo Martínez Alonso, fue médico de la embajada británica en Madrid, espía durante la II Guerra Mundial, y colaborador con los fugitivos perseguidos por la Gestapo en 1942. A todos ellos les dio comida y alojamiento en el salón de té Embassy, en la madrileña calle de la Castellana, y que por eso decidió plasmarlo todo en un papel. Lo malo para ella es que la agencia literaria Antonia Kerrigan rechazó su libro y sólo dos años después, en 2003, pudo ver la luz gracias a Velecio Editores.

La escritora cree que fue precisamente la editora que rechazó su obra, Lola Gulías, la que habría pasado su ejemplar a María Dueñas, a la cuál dice que sólo le dio permiso para utilizar el nombre de Embassy, pero no toda la documentación de la época y de los personajes que en ella figuran, y de ahí precisamente los agradecimientos que ésta otorgó a la primera en su obra antes de su publicación.

El que sea ahora su denuncia se debería, según la propia Martínez de Vicente, al reciente endurecimiento de la ley de propiedad intelectual, que espera que se publique para emprender acciones legales porque «antes siempre se ponía del lado del que copiaba y ahora sí me podría amparar». Hasta que ese momento llegue, la periodista Consuelo G. Cid ha reconocido los «paralelismos» entre ambos textos, hasta el punto de precisar que «producen escalofríos en más de 30 párrafos».

Los primeros plagios

Cree que la editora que rechazó su obra, habría pasado su ejemplar a María Dueñas

De momento, y a la espera de que se resuelva este litigio, lo que está claro es que ni el hecho de que la figura del plagio esté regulada en el Código Penal, en su artículo 270 y dentro de los llamados delitos contra la propiedad intelectual, ni que la misma esté castigada con la pena de prisión, de seis meses a dos años, y con multas de 12 a 24 meses, han conseguido desanimar a muchos escritores que a lo largo de los tiempos han sido acusados de plagio.

Como tal se considera a aquel que «con ánimo de lucro y en perjuicio de terero, reproduzca, plagie, distribuya o comunique públicamente en todo o en parte una obra literaria, artística o científica sin la autorización de los titulares de los correspondientes derechos de propiedad intelectual o de sus cesionarios».

Forma parte de los derechos de autor que protegen el bien que surge de su trabajo y creación personal y original, lo que implica derechos morales (la “paternidad” de la obra) y económicos (su derecho de explotación).

Lo curioso es que este delito no viene de ahora. Ya antes de Cristo hubo casos de plagios literarios, por mucho que en aquel entonces no se los tachara de tales. Uno de los primeros fue el de Publio Virgilio Marón, que una vez escribió de forma anónima un dístico en la puerta del palacio de Augusto, un día en el que iban a celebrarse espectáculos públicos tras haber diluviado toda la noche. Aquellos versos («Diluvia toda la noche, pero mañana se celebrarán las fiestas. César comparte con Júpiter el imperio del mundo») se los atribuyó para sí el poeta Batilo, por lo que Publio volvió a escribir en la misma puerta («Yo compuse estos versillos y otro se llevó la honra. Así es tuyo, pero no de ti»).

Con posterioridad, en el siglo I, el poeta Marco Valerio Marcial, también acusó a Fidentino de copiarle sus «Epigramas». Por entonces lo más que se le podía  imputar era un delito de hurto, ya que plagiador era en ese momento aquel que vendía fraudulentamente esclavos ajenos como si fueran propios, algo por lo que podía ser condenado a ser azotado. Marco Valerio llegó a escribir: «El librito que lees en público, Fidentino, es mío, pero cuando lo lees mal, empieza a ser tuyo… Corre el rumor de que recitas en público mis versos, como si fueras tú su autor. Si quires que pasen por míos, te los mando gratis. Si quieres que los tengan por tuyos, cómpralos para que dejen de pertenecerme».

Los más célebres

Desde aquella época, muchos han sido los escritores que han tenido que soportar la acusación de plagiadores. En nuestro país, los que más han sonado han incluido desde escritores mundialmente conocidos como autores nacionales o incluso personajes que, sin poder considerarse como tales, se valían de su popularidad televisiva para serlo.

Camilo José Cela, con su novela ‘La cruz de San Andrés’ fue acusado de plagiar la obra ‘Carmen, Carmela, Carmiña’

De igual manera, lo mismo se denunciaban novelas que artículos periodísticos. Eso es por ejemplo lo que le ocurrió a Alfreco Bryce Echenique, que fue acusado de plagiar nada menos que dieciséis de éstos para periódicos como La Vanguardia’, ‘El periódico de Extremadurao la revista literaria ‘Jano’. El Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y de la Protección de la Propiedad Intelectual peruano falló en contra del escritor de ese país y éste tuvo que pagar una multa de más de 20.000 dólares.

En nuestro país, hasta un Premio Nobel como Camilo José Cela, con su novela ‘La cruz de San Andrés’ fue acusado de plagiar la obra ‘Carmen, Carmela, Carmiña’ de la escritora Carmen Formoso, que también competía por ese Premio Planeta de 1994 que ganó el primero. Tras la muerte de éste, en 2002, quien cargó con la acusación fue el mismísimo dueño de la editorial, José Manuel Lara Bosch, que supuestamente habría proporcionado el ejemplar a Cela. La jueza que instruyó el caso dijo que existían indicios de delito por parte de éste.

Un mexicano ilustre como Carlos Fuentes fue acusado por Víctor Celorio de plagiarle en 1995. Según él, en la obra ‘Diana o la cazadora solitaria’ había nada menos que 110 coincidencias textuales y personajes similares a los que él había creado en ‘El unicornio azul’. Un juez federal desechó el caso.

Un compatriota suyo, Teófilo Huerta Moreno, denunció a José Saramago de haberse inspirado en su relato ‘¡Últimas notiias!’ para escribir la obra ‘Las intermitencias de la muerte’. El caso quedó abierto pero el Nobel portugués negó tales acusaciones y justificó todo en que en un tema como ese eran inevitables posibles coincidencias.

Al que no le salvó nadie fue a Manuel Vázquez Montalbán, que tuvo que pagar hasta tres millones de pesetas a un profesor de la Universidad de Murcia, Ángel Luis Pujante por haberle plagiado en la traducción que éste hizo de ‘Julio César’, la obra de William Shakespeare. En la traducción del primero había las mismas omisiones que en las del segundo, y el caso incluso sentó jurisprudencia.

Quien no tuvo reparo en reconocerlo fue el escritor argentino Jorge Bucay, que reconoció que copió 60 de las 270 páginas deShimriti’, de ‘La sabiduría recobrada‘, obra de la filósofa española Mónica Cavallé. El escritor lo confesó en su revistaMente Sana’, argumentando que todo fue «un simple error de entrecomillado». 

Famosos televisivos

Lógicamente, si se hiciera una encuesta entre los españoles sobre si recuerdan el caso de alguien que haya plagiado un libro en nuestro país, el nombre que más se repetiría sería el de Ana Rosa Quintana. La presentadora de Telecinco hizo su primera incursión en el mundo de la literatura en el año 2000 con ‘Sabor a hiel’, y la experiencia no le pudo salir peor.

A diferencia del resto de escritores denunciados, a ella se le criticó no por haber copiado a otra persona, sino a tres. Al parecer había páginas enteras copiadas de los libros ‘Mujeres de ojos grandes’, de Ángeles Mastretta; ‘El pájaro canta hasta morir’, de Colleen MacCullough; y ‘Álbum de familia’, de Danielle Steele. La periodista pidió disculpas en los medios de comunicación con una carta, pero pese a ello consiguió vender 100.000 ejemplares.

Lucía Etxeberría no sólo ha sido acusada de plagiar en una ocasión sino en dos

Con ella nació el mito de los «negros» literarios, personas que, a cambio de un dinero, escriben un libro para otras personas. En este caso se aclaró que había sido el también periodista David Rojo, excuñado de Ana Rosa, el que había hecho tal labor. Precisamente a éste citaba en los agradecimientos del libro: «Gracias por las incontables horas que hemostrabajado en esta novela, por su meticulosa investigación y por todas laslocuras que hemos quitado a la versión final del libro».

Otra escritora que también ha dado su juego televisivo desde que el último estío decidió apuntarse a ‘Campamento de verano’ es Lucía Etxeberría, que no sólo ha sido acusada de plagiar en una ocasión sino en dos. La más reciente fue por «Ya no sufro más», el libro que publicó en 2005 y que contenía párrafos enteros del artículo «Dependencia emocional y violencia doméstica», que el psicólogo Jorge Castelló había publicado un año antes en Psicocentro. Lucía tuvo que pagarle 3.000 euros y enviarle un comunicado en el que reconocía un uso inadecuado de los materiales ajenos.

Cuatro años antes ya se había visto involucrada en otro caso por culpa de la revista Interviú, que la acusó de plagiar versos del poeta Antonio Colinas en su libro  ‘Estación de Infierno’. Aunque éste no quiso entrar en polémicas, la Justicia dio la razón a la revista, dictaminando la sentencia que su información era «veraz», que la escritora sí había plagiado.

El caso más reciente de plagios literarios se dio el pasado mes de octubre, cuando se supo que ‘El Hacedor (de Borges), Remake’ había sido retirado de las librerías por petición de la viuda del propio Borges, María Kodama. El acusado era el escritor Agustín Fernández-Mallo, aunque a éste no se le acusó directamente de plagiar sino de insertar materiales protegidos por derechos de autor, pero dentro de una obra original. Eso conllevó que se reabriera el debate entre lo que es plagio y lo que es simplemente intertextualidad. 

Y es que según la Ley, si se cita la fuente, el copiado es lícito. Lo que está claro es que cada vez es más difícil copiar y que no te descubran, ya que existen páginas, como Plagiarismchecker (crea alertas de Google), Plagium o Chimpsky, que buscan entre los documentos legales e internet si hay plagio o no. Si con éstas no basta también se puede detectar el mismo con Google Books y Amazon y Turnitin, un buscador comercial que calcula la similitud de los textos con su propia base de datos de trabajos académicos.

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