Mucho se ha hablado estos días de la extrema delgadez que luce Isabel Preysler, incluso sus hijos han tenido que desmentir cualquier rumor sobre una posible enfermedad y explicar que su madre sigue las pautas macrobióticas del Sha de Alicante. Y ahora es la propia Isabel Preysler quien, en La Otra Crónica del diario El Mundo, ha sacado a la luz sus secretos para lucir así de estupenda a su edad, trucos que hay que sumar a su buena genética. Secretos entre los que se cuentan las siete pastillas diferentes que se toma al día, de las cuales repite tres.
Preysler asegura que fue un amigo herbolario quien la acercó al mundo de las vitaminas, que consume para paliar las carencias que puede acarrear su dieta. «Jamás me verás pedir un filete», señala Isabel, que asegura tener «un pastillero para las comidas y otro para las cenas», aunque después de tantos años tomándolas las conoce perfectamente «y nunca las confundiría». Además, por seguridad, explica que se somete a exámenes de sangre de forma periódica para controlar qué le falta o qué le sobra.
El ritual de las pastillas de Isabel Preysler es muy estricto: por la mañana, la amarilla, un complejo vitamínico B, luego la de color beige, 500 miligramos del complejo vitamínico C y, por último, la redonda blanca, que es magnesio. Tras ellas, ya puede comenzar a ingerir sólidos, un desayuno formado por fruta fesca, algas, una cucharada de semillas de linaza y una minibaguete integral de semillas con mantequilla.
Tras el desayuno, toca el almuerzo. Isabel explica que la cocinera lleva casi cinco años con la familia, por lo que «nos conoce perfectamente a todos y nuestros gustos, casi comemos como si fuera un restaurante», sirviendo platos diferentes a cada miembro de la familia. «Es una santa», comenta Isabel. En el almuerzo llega el mayor arsenal vitamínico, que dosifica a lo largo de la comida: una pastilla de vitamina E para la piel, otra compuesta de calcio para los huesos, otra para fortalecer las uñas y el pelo y termina con una colágeno.
Pero, además, algunos hábitos en la alimentación cambiaron tras el paso de Isabel Preysler por la clínica macrobiótica Sha, y si bien asegura que no es macrobiótica, afirma intentar que «las comidas sean alcalinas y no ácidas», aunque cede ante el tomate, no consumido por los macrobióticos pero que Isabel adora, por lo que reduce la cantidad en las comidas pero «intenta no sumprimirlo».
Pero Isabel Preysler es humana, y también se da algún capricho de vez en cuando, generalmente a la hora de la merienda, cuando come sándwiches, galletas, tartas y chocolate negro. Además, adora el jamón serrano, los boqueros en vinagre, las aceitunas y la comida japonesa.
Ya al final del día, intenta que la cena sea ligera, con una pastilla de calcio, otra de colágeno y otra de magnesio. Una cena que la matriarca asegura que no tiene «horarios a la europea», ya que su familia «no hace caso hasta que subo yo a buscarles uno por uno», desvela.
Una dieta rigurasa que se relaja los viernes, día en el que se reúne con sus amigas y cena perritos calientes con dos salchicas, pepinillos, mucho kétchup y mostaza; todo ello, eso sí, en baguettes integrales. ¿Y para beber? Coca-Cola, vino o zumo natural.
Los secretos de su dieta
Además de solo ingerir carne transformada, es decir, en albóndigas, perritos o hamburguesas y utilizar azúcar y arroz integral en sus comidas; Isabel Preysler sólo toma la fruta entre horas, prefiere beber zumos naturales que refrescos y toma un vaso de agua caliente en ayunas, para favorecer la eliminación de toxinas del cuerpo.